MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
30 de septiembre
Del polvo a piedra preciosísima
"Y su fulgor era semejante al de una piedra
preciosísima..." (Ap. 21:11).
Cuando Dios se propuso crear al hombre, el
material que tomó para formarlo fue el polvo de
Esto nos muestra algo del corazón de Dios.
Jesús fue hecho semejante a los hombres en su humillación. Fue hecho pecado por
nosotros, pero la iglesia recibió algo glorioso en Su resurrección. La Iglesia
fue hecha miembros de su cuerpo, de su carne y de su huesos (Efesios 5:30).
Jesús
descendió a las partes más bajas de la tierra, mas la iglesia en Su
resurrección fue asentada en los lugares celestiales (Ef. 2:5-6). Ahora ya no
somos más polvo, barro hecho ladrillos, sino cantería, esto es, piedras que
están siendo perfeccionadas con el uso de herramientas, labradas para ser
usadas en una edificación.
No ladrillos, figura del hombre, sino
piedras vivas, figura de Cristo, para edificación de Su casa espiritual:
"Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas
para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed
edificados como casa espiritual y sacerdocio sano..." (1ª Ped. 2:4-5).
Como nos enseña el apóstol Pedro, el día del
Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo, y
los elementos ardiendo, serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella
hay serán quemadas (2ª Ped. 3:10).
El fuego probará la obra de cada uno (1ª
Cor. 3:13), pero al mismo tiempo, como pasó antes con las piedras preciosas, deshará
y fundirá las piedras vivas, transformándolas en piedras preciosísimas:
"Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis
vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos
para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán
deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!" (2ª Ped. 3:11-12).
¡Qué cosa bendita! Primero el agua, después
el fuego. Primero el agua formando, lavando, regenerando y santificando,
después el fuego purificando y fundiendo. ¡Aleluya! Del polvo, del barro, a la
piedra preciosísima. Del elemento más vil a algo que refleja la gloria de Dios.
¿Quién es capaz de hacer algo semejante? No hay otro, sino nuestro Dios
grandioso, nuestro Padre bendito, el Todopoderoso.
No hay palabras que puedan expresar tal
gloria. Que el Espíritu cumpla en nosotros su ministerio y glorifique la
persona de Jesucristo, para que en la faz de Cristo veamos la inmensa gloria
del Padre: "Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la
luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este
tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de
nosotros" (2ª Cor. 4:6-7).