MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
22 de septiembre
Separación
El Señor Jesús es, sin duda, el ser más
perfecto que ha pisado
¿Cómo podría haber sido de otra forma? Su
carácter dócil y reverente ante el Padre, ¿no era perfecto? Su sometimiento
constante a la voluntad de Dios le permitía disfrutar de su agradable comunión
siempre. La mano del Padre le tocaba para alentarle y defenderle en todo momento.
¡Qué intimidad más plena disfrutaba con su Padre!
Sin embargo, usted sabe que cuando el Señor
Jesús estaba en la cruz, clamó a gran voz diciendo: "Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?". ¡Qué extraña expresión fue ésta en sus
labios! ¡Y, aún más, parece contradictoria con lo que
venimos diciendo. ¿Cómo podía el Padre desampararle, si lo único que puede
separar a un hombre de Dios es el pecado, y el Señor Jesús no conoció pecado?
Es este un grito desgarrador, una expresión incontenible que surge de las
entrañas del Moribundo. Era el día del desamparo y de la angustia.
Para nosotros, los hijos de Dios, es casi
normal perder la comunión con nuestro Padre por causa del pecado, pero para Él
no. Él nunca estuvo lejos, nunca se descarrió, jamás dio motivos para ser
dejado solo, por eso esas palabras de la cruz resultan extrañas, casi absurdas.
Sin embargo, ellas tienen una explicación, como todo lo que hace Dios. ¿Qué
pasó, entonces, con aquella unión anterior tan férrea entre Padre e Hijo? Por
favor, les ruego que no busquen la causa en Dios, como si hubiese traicionado
al Hijo, dejándole solo en la hora más difícil. No busquen, tampoco, la
explicación en el Hijo, como si hubiese dejado de agradar al Padre.
Más bien busquémosla en nosotros, los
pecadores, cuyos pecados Él llevaba en ese momento. El profeta Isaías lo dice
muy bien: "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se
apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros".
Como bien dice un siervo de Dios: "Sus heridas fueron más profundas que
los largos clavos de los romanos. Su trituración fue más pesada que el peso de
Por eso el Padre le dejó solo. Fueron
nuestros pecados los que le separaron de Dios. ¡Oh
qué locura! ¡Oh, qué injusticia la que se le hizo!
¡El justo por los injustos! Como también dice el profeta: "sin defensa ni
juicio se lo llevaron, y ¿quién se preocupó de su suerte?" (Is. 53:8). Los cielos se conmovieron, la tierra se
oscureció y los sepulcros se abrieron. Toda la creación de Dios detuvo el
respiro en ese momento sublime.
Esta es la escena más conmovedora y más
grande de la historia de la humanidad, porque ese día quedó sellada en la cruz
la salvación de todos los que creen en Él. Si usted cree que Jesús murió por
usted, y recibe el perdón que es por Su Sangre, será salvo, y Dios le recibirá
como su hijo.
Hágalo ahora mismo.