MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
16 de septiembre
La Biblia de Caín y Abel
Desde los comienzos de la historia humana
Dios ha tenido testimonio sobre
Adán y Eva fueron, por decirlo así,
Pero ¿era esa 'Biblia' insuficiente para que
a través de su testimonio ellos, los hijos de los primeros padres, alcanzaran
salvación? Allí no está ni el pacto abrahámico, ni el
sistema de ofrendas judías; allí no está tampoco la cruz de Cristo, ¿cómo
podrían ellos ser salvos? Es cierto, allí no hay nada de eso; sin embargo hay
lo suficiente –y para ellos debió de ser muy claro–
como para alcanzar salvación.
En realidad, allí está el germen y compendio
de toda la revelación posterior. Nada que fuese útil y necesario para la
salvación falta allí. Allí está el gran y original propósito de Dios, está la
caída, y sobre todo, está la promesa de salvación. Está también la vana
justicia humana –simbolizada en el vestido de hojas–
y la eficaz justicia de Dios – representada por el vestido de pieles. En
el Edén está todo lo que forma parte de la historia humana: la tentación, la
caída, y el remedio de Dios. En el Edén hay una sangre derramada, que
anticipaba la Sangre preciosa de Jesucristo en la cruz del Calvario, y que
permite al hombre presentarse delante de Dios.
Este era el evangelio de Dios, del cual Adán
y Eva podían dar testimonio a sus hijos. ¿Alguien creyó este evangelio? Sí,
Abel lo creyó. La Biblia dice que él "alcanzó testimonio de que era justo,
dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella" (Heb. 11:4). Las ofrendas de Abel atestiguan que el
evangelio que él oyó era el correcto.
Para alcanzar salvación no se requiere tanto
de información acerca del pecado cuanto de la suficiencia del Salvador. Eso
basta para que el corazón del hombre revele su verdadera condición. Caín
manifestó su malicia y Abel su necesidad de Dios. Uno fue condenado, el otro
fue salvo.
Sin embargo, la Biblia de ellos no les habló
de manera diferente – aunque el mensaje que cada uno de ellos percibió
fue diferente. La diferencia está en la distinta condición del corazón.
Con el paso de los siglos la luz de Dios, de
su testimonio, ha ido incrementándose; sin embargo, igualmente los hombres se
pierden en la oscuridad de la ignorancia y la incredulidad. ¿Por qué? Por causa
de la dureza de su corazón, ellos han rechazado el testimonio de Dios y han
elegido su propio camino. Han desoído el testimonio que Dios ha dado respecto
de su Hijo,