MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
13 de septiembre
Más allá del alma
La sociedad actual es, sin duda, una
sociedad enferma. Las señales de su enfermedad están diseminadas en todos los
organismos y estratos sociales. El foco principal de ella está en la familia
– precisamente el reducto creado por Dios para asegurar el bienestar del
ser humano. La familia está en crisis. Los matrimonios están disolviéndose. Los
hijos están quedando a
Las calles están llenas de gente solitaria,
que camina con la mirada perdida, sin creer en nada ni en nadie. Las bases de
su sustento afectivo y espiritual han sido minadas. ¡Ah, cuánta gente
solitaria! Están en todas partes, en las calles bulliciosas, en los parques de
entretenimiento; sin embargo, van solitarios en busca de algo que han perdido y
que no saben qué es.
Hay gentes a nuestro lado que no quiere
seguir viviendo, que están esperando reunir un poco de valor para tomar la peor
de las determinaciones. Hay gente llena de tristeza y amargura. Ellos no
encuentran la solución para sí mismos, ni para los que están a su cuidado.
Aparentemente son exitosos; en sus trabajos son eficientes, pero sus vidas, sus
matrimonios y sus familias están destruidos.
El hombre se ha alienado de Dios. Piensa que
Dios está lejos, que no se preocupa por él, que debe escapar de él como de un
enemigo odioso. Y cuanto más se aleja de Dios, más se aleja de sí mismo, y del
remedio para su mal. La grandeza de sus logros, la comodidad de la vida, los
pequeños y grandes lujos, le han cegado los ojos, y no ve más allá.
Los días se suceden interminables, uno tras
otro, del trabajo a la casa, de la casa al trabajo, esperando el fin de semana
que traiga placer, pero el placer se transforma en hastío. El alma del hombre
es insaciable, y no puede encontrar reposo en aquello que desea. Ella siempre
dice: "Dame, dame", y en esa búsqueda desespera.
Hay en el hombre una esfera más profunda que
el alma, donde el alma misma puede hallar paz. El alma se vuelca erróneamente
hacia fuera; sin embargo, la verdadera fuente de su paz está más adentro. No es
en las cosas, o en los placeres sensuales, sino en los pliegues del espíritu,
cuando Dios ha venido a habitar en él.
Sí, hay un lugar más íntimo que el hombre no
conoce. El hombre común piensa, a lo más, que él es un ser dual con cuerpo y
alma. Y que el alma puede ser saciada con aquellas cosas que habitualmente
procura. Este es un desconocimiento fatal. Porque más adentro del alma hay un
rincón secreto donde el hombre puede hallar paz. Ese lugar está hecho para que
Dios habite allí, y para que desde allí, dirija la vida del hombre, le conduzca
por el camino de la vida y encuentre su razón de ser.
La crisis del hombre actual no se resolverá
en las exterioridades; sólo puede ser resuelta si va más adentro, allí donde
habita Dios cuando le recibimos en Cristo por medio del Espíritu Santo.