MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
26 de octubre
Mefi-boset
---La
suerte de Mefi-boset, el
hijo de Jonatán, es muy parecida a
---Los
días fueron difíciles para Mefi-boset,
no sólo por su discapacidad, sino por los tiempos que corrían. Muerto su padre Jonatán, y su abuelo Saúl, el reino de Israel se tornó muy
inestable políticamente. Hubo luchas fratricidas, y en ese ambiente, no había
seguridad para un niño emparentado con el rey saliente.
---Entonces
es llevado a vivir lejos, al desierto, en casa de Maquir,
un hombre de buen corazón. Allí pasan los años. Mefi-boset crece al amparo de aquel hombre, y del de su siervo, Siba.
---Pero
un día sucede algo que cambiará absolutamente su vida: David, el rey de Israel,
se acuerda de Jonatán su amigo, y pregunta si hay
alguien de su casa a quien pueda hacer misericordia. Entonces se entera de Mefi-boset, y le manda traer.
---Al
ver David a Mefi-boset
debió de ver en él el rostro, los gestos, algún delicado rasgo de su amigo del
alma. Tal vez oyó el mismo timbre de su voz. Entonces renace en el corazón del
rey el afecto entrañable hacia Jonatán. Y le habla
palabras de consuelo a su hijo, le devuelve los bienes que pertenecían a la familia,
y le dice: "Tú comerás para siempre a mi mesa". Mefi-boset replica: "¿Quién es tu siervo, para que mires a
un perro muerto como yo?". Pero David insiste: "Mefi-boset comerá a mi mesa, como uno de los hijos del
rey".
---Ahora,
¿por qué la historia de Mefi-boset
es parecida a la nuestra? Porque en algún punto de nuestra propia historia,
tuvimos una gran desgracia, y quedamos lisiados. Nuestro camino se tronchó y
nuestra vida se tornó inútil. No podíamos caminar para acercarnos a Dios. Al
contrario, en vez de acercarnos, nos fuimos al desierto, lejos, muy lejos.
---Los
años pasaron, y nuestra indigencia fue completa. Tal vez no tanto material,
cuanto espiritualmente. Sin embargo, un día, nuestro nombre fue pronunciado por
el Rey –Jesucristo–, y fuimos llevados al
palacio. Allí no recibimos juicio, sino misericordia. Allí fuimos consolados,
perdonados, y honrados. El Rey nos sentó a su mesa, y nos dio trato de
príncipes. Desde entonces, comemos a la Mesa del Rey. Cada día disfrutamos de
su compañía y somos sustentados por su provisión abundante.
---Sentados
a la mesa del Rey parecemos uno más entre los hijos del Rey, los príncipes de
Dios. Sin embargo, si nos miran más atentamente, verán nuestra cojera. Ella
revela nuestro estado anterior, y nuestra debilidad actual. Es lo que somos en
nosotros mismos. Dios permitió que quedáramos paralíticos, para que nunca nos
olvidáramos de dónde fuimos traídos, y cuál es nuestra verdadera condición.
---Somos
indefectiblemente lisiados; si estamos a la Mesa del Rey, es sólo por
llamamiento, por gracia bendita de Dios. "Nos salvó, no por obras de
justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia" (Tito
3:5).