MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
17 de octubre
La honra de servir al Hijo
"Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará"
(Juan 12:26 b).
El capítulo 12 de Juan tiene un brusco
cambio de tono. Comienza con el ungimiento del Señor por parte de María en
Betania, sigue con la entrada triunfal en Jerusalén –todo esto muy
gratificante y halagüeño–, pero luego sigue con
una escena contrastante con todo lo anterior.
Unos griegos han venido a la fiesta y
quieren conocer a Jesús, probablemente motivados por la fama de Jesús, que ha
trascendido fronteras. Pero el Señor dice unas sorprendentes palabras acerca de
que ha llegado la hora de ser glorificado, y de que el grano de trigo tiene que
caer en tierra y morir para llevar fruto. En seguida agrega una sentencia que
probablemente desconcierta a Andrés y Felipe: "El que ama su vida, la
perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la
guardará" (v. 25).
En verdad, el Señor está describiendo su
propio camino. En un momento como ése, cuando ha recibido honra y honores
públicos, él aquieta el corazón con el pensamiento de la negación de sí mismo,
de la cruz y de
El Señor entonces agrega: "Si alguno me
sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno
me sirviere, mi Padre le honrará" (v. 26). La senda de la cruz es una
senda de servicio, que no queda en
Los esfuerzos y sinsabores del servicio
tienen una recompensa aquí y una recompensa futura. En cierta oportunidad,
Pedro dijo al Señor: "He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos
seguido". A lo cual Señor contestó: "De cierto os digo que no hay
ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer
o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces
más ahora en este tiempo… y en el siglo venidero la vida eterna"
(Mr. 10:28-30). El escritor de Hebreos dice también tajantemente: "Porque
Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis
mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles
aún" (6:10).
En estos dos últimos pasajes queda
claramente demostrado que es el servicio al Señor el que el Padre honra, y no
el mero servicio a la causa del evangelio. Muchos hay, lamentablemente, que no
sirven a Cristo, sino al evangelio, lo cual, siendo bueno, no es
suficientemente bueno.
El servicio a Cristo pasa por la cruz, pero
no se queda en la cruz, sigue más allá hasta la honra por parte del Padre.