MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
15 de octubre
La lucha de Jacob
"...Y luchó con él un varón hasta que rayaba el
alba" (Gn. 33:24 b).
A nuestra carne insensata le gustan textos
como éste que exalta nuestra capacidad y fuerza delante de Dios. Y sobre todo,
cuando somos motivados por las enseñazas de aquellos que dicen que nuestra
oración puede vencer a Dios. Si hacemos una vigilia de una noche entera –dicen– podemos lograr que él cumpla lo que deseamos.
Si andamos así, demostramos que somos más que prevaricadores y que no conocemos
al Dios Soberano. "Acordaos de esto, y tened vergüenza; volved en
vosotros, prevaricadores. Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos
antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí,
que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún
no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero"
(Is. 46:8-10).
El texto del pasaje de Jacob en el valle de
Jaboc es el tiempo que Dios viene a nosotros para
realizar aquello que él desea, independientemente de nuestra voluntad. Dios
siempre habló con Jacob, pero él siempre fue tardo en oír y siempre luchó
contra la voluntad de Dios. Jacob siempre quiso establecer su propia voluntad,
y así también ocurre con nosotros.
Él siempre quiso hacer prevalecer su
voluntad de tramposo –porque eso es lo que quiere decir
"Jacob"– sea en el robo de la bendición de la primogenitura,
sea en la adquisición de su esposa por medio del trabajo, sea en la fuga de la
ira de su hermano. Toda la vida de Jacob fue una lucha para hacer prevalecer su
voluntad. Jacob es nuestra figura como pecador que resiste la Soberanía, la
Gracia, la Bondad, la Misericordia, y el llamamiento de Dios.
Hasta aquel momento en el pasaje del valle
de Jaboc –que quiere decir
"lucha"– él siempre resistió la voluntad de Dios. En el valle
de Jaboc llegó el momento de que Jacob conociera a
Aquel que lo había escogido desde el vientre de su madre. (Rom.
9:11-13). Dios tuvo que luchar con Jacob para que él dejase de luchar a favor
de sí mismo. Tanto es así, que incluso Dios mismo luchando con él, todavía él
prevalecía. "Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio
del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él
luchaba" (Gn. 32:25). Aquel era el momento en
que Jacob debía dejar de luchar y recibir la gracia del Hijo del Hombre, Jesús,
que peleó por nosotros y venció. Luchamos toda nuestra vida y no sabemos que
nuestra lucha es contra Dios. Nuestra lucha sólo terminará si viene el propio
Dios y quita toda nuestra fuerza; de lo contrario continuaremos resistiendo.
(Ver Hechos 9:4-6).
Jacob fue cambiado en Israel después de
eso. Él fue bendecido por Dios, quien le hizo una nueva criatura. No fue más un
tramposo, sino aquel que andaba con Dios y conocía a Dios. Necesitamos dejar de
luchar y humillarnos bajo su mano poderosa. Nuestra necesidad no es luchar,
sino conocer a Dios y a Jesucristo que es nuestra vida eterna (Juan 17:3).