MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
11 de octubre
Los que se pierden la fiesta (2)
Aparte de los pecados, hay una segunda razón
por la cual nos podemos perder
En Lucas 15:11-32 está el relato del
"hijo pródigo". En este relato, el padre representa a Dios, que es
bueno, misericordioso y perdonador, el hijo mayor representa al fariseo que
quiere ser reconocido por su justicia y que no tiene amor por sus hermanos, y
el hijo menor representa al pecador arrepentido.
En este relato quedan de manifiesto los
corazones de estos tres personajes. Cuando el menor vuelve de su extravío, el
padre manda hacer fiesta por la llegada del que se había perdido y es
recuperado. Pero el hermano mayor sentía muy diferente al padre. Él estaba
enojado por lo que había hecho su hermano, y entonces él declara lo que al
parecer siempre estuvo pensando; queda de manifiesto su corazón herido, y
comienza a mostrar su currículo, reclamando sus derechos.
Al leer el relato nos llama la atención ver
que el hijo mayor no conoce bien el corazón de su padre, porque si lo hubiese
conocido, no le habría sorprendido el recibimiento dado a su hermano. Al
parecer, él estaba habituado sólo a obedecer órdenes (v. 29: "Jamás te he
desobedecido"). No conoce la tristeza del padre por el hijo ausente; ni la
esperanza que cada mañana tenía de verlo retornar. Él se refiere a su hermano
menor con menosprecio. Le dice al padre: "Pero cuando vino este tu
hijo", como diciendo: "Es tuyo, yo no tengo nada que ver con
él". No le llamó "mi hermano".
Muchos de nosotros tenemos este tipo de
corazón, ya sea cuando un hermano nos defrauda, o cae en algún pecado, o no
piensa como nosotros. Le alejamos de nuestro corazón, y casi no le consideramos
hermano. Y si se ha ido, nos da lo mismo si retorna, y hasta nos gloriamos de
nuestra propia fidelidad al Señor. Así, el hermano mayor se perdió la fiesta,
el gozo, la danza, el banquete, por su egoísmo, por sus raíces de amargura, y
porque pensaba que él tenía la razón, y no su padre.
A veces, nosotros hacemos igual, creemos que
las cosas deben ser así como nosotros lo pensamos, y con esta actitud, estamos
casi diciendo osadamente: "Yo soy más sabio que el Padre".
Debemos soltar estas ataduras, y mirar el
corazón del Padre, que es bueno y misericordioso, y lo único que quiere es que
nos gocemos con nuestro hermano menor. Él nos quiere ver juntos, por eso dice:
"Le rogaba que entrara". Él quería que sus hijos se reconciliaran,
que se perdonaran, que participaran juntos del regocijo. Sólo así su gozo sería
completo.
Eso es, sin duda, lo más grave. Cuando
rehusamos participar de la fiesta por pequeñeces, afligimos el corazón del
Padre. El Salmo 133 dice que es bueno estar los hermanos juntos y en armonía,
porque allí, el aceite que desciende desde la Cabeza, que es Cristo, alcanza a
todo el cuerpo,