MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
9 de octubre
Ni pobreza ni riquezas
"No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan
necesario" (Prov. 30:8b).
Es verdad que este texto habla de pobreza de
dinero y riquezas de la injusticia, como también del pan que no es necesario
para el cuerpo, pero la Palabra viene de un Dios que es espíritu. Toda
enseñanza de Dios para nosotros es espiritual; es para el hombre espiritual,
nacido del Espíritu.
La pobreza, la riqueza y el pan también
pueden estar al nivel del espíritu. "No me des pobreza". La pobreza
espiritual es peor que la de los bienes, porque la de los bienes es temporal,
mas la espiritual puede traer perjuicios eternos. "Y la obra de cada uno
cuál sea, el fuego
La pobreza espiritual se da en aquellos que
se tornan tardos para oír a Dios. Desprecian la enseñanza, la exhortación y las
pruebas que Dios envía para nuestro enriquecimiento. "Porque debiendo ser
ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a
enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis
llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y
todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia,
porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez,
para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento
del bien y del mal" (Heb. 5:12-14).
La riqueza es el otro lado, pero también
puede tornarse en un gran mal espiritual: "Ni riquezas". No es
aquella que está en Cristo (que es un tesoro), sino aquella que pensamos tener
en nuestra carne. La ciencia, el conocimiento, envanece, pero el amor edifica
(1ª Cor. 8:1). La iglesia en Laodicea es el testimonio de adónde podemos llegar
con esta riqueza, u orgullo espiritual. (Ap. 3:17).
Cierta vez un matrimonio me dijo:
"Nosotros vivimos tan tranquilos; tenemos todo, Dios nos ha bendecido por
todos lados, no sufrimos nada". Yo les dije: "Eso es por poco tiempo,
mientras ustedes son niños en Cristo, pero el Padre no les dejará pobres así;
el tiempo del enriquecimiento verdadero vendrá". Ellos tal vez no se
acuerden de eso, pero desde hace tiempo ellos han sido ejercitados y recibido
enriquecimiento espiritual (Col. 2:2-3).
La riqueza que no debemos desear es aquella
que nos torna altivos, que nos hace dependientes de ella y no de Cristo (1ª
Tim. 6:17-19). Esas son riquezas de injusticia que podemos usar para ganar
amigos, porque un día no necesitaremos más de ellas (Lc.
16:9).
Nuestra oración al Señor es que no nos dé
pobreza ni riqueza, sino sólo el pan que nos es necesario. Ese pan necesario
para cada día es Cristo, el pan que descendió del cielo y que sacia a todo
hombre (Jn. 6:48, 50, 57). En Cristo está toda
nuestra riqueza verdadera, como también la satisfacción de toda nuestra hambre.
Cristo nos basta.