MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
26 de mayo
Cristo en nosotros
"Esta era ya la tercera vez que Jesús se
manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos"
(Jn. 21:14).
He aquí un pasaje que despierta curiosidad y
revelación. Ésta ya era la tercera vez que Jesús se aparecía a sus discípulos,
quienes lo habían acompañado por tres años y medio en su ministerio, pero en
ninguna de ellas lo reconocieron físicamente: "Cuando ya iba amaneciendo,
se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús"
(Juan 21:4). ¿Por qué cada vez qué él se presentaba a sus discípulos, lo hacía
de forma diferente?
Esto nos trae una revelación muy preciosa.
Antes de su muerte Jesús dijo: "Todavía un poco, y no me veréis; y de
nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre" (Juan 16:16). Después
en el verso 22 aún dice: "También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os
volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro
gozo".
Jesús quería que sus discípulos lo
conociesen, a partir de su resurrección, no físicamente, sino por la fe en sus
corazones. "Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me
veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros
conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros" (Jn. 14:19-20).
El Señor nos enseña que, aunque lo
hubiésemos conocido según la carne, ya no le conocemos así (2ª Cor. 5:16). Por
eso desde ahora en adelante, a nadie debemos conocer según
Él también nos enseña a no juzgar por la
apariencia, sino creer que nuestros hermanos son templo del Espíritu, morada
del Señor. Ya no es cada hijo de Dios quien vive, sino Cristo: "Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí..." (Gál. 2:20).
Cuando miramos a un hermano, no debemos ver
su apariencia, sino ver a Cristo en él. Cuando abrazamos a un hermano,
abrazamos a Cristo; cuando amamos a un hermano, estamos amando a Cristo; si
oímos a un hermano, estamos oyendo a Cristo. Pero cuando entristecemos a un
hermano, entristecemos a Cristo, pues "...Cristo es el todo, y en
todos" (Col. 3:11).
Jesús hoy no se presenta de forma física,
sino que se manifiesta en cada uno de los que somos parte de Su Cuerpo, aun en
los más simples y débiles (1ª Cor. 12:22). Los discípulos no lo reconocieron
físicamente, pero sabían que era el Señor (Juan 21:12). Así también es con
nosotros cuando nuestro corazón se alegra y arde por cualquier miembro de Su
Iglesia: "Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él
se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro
corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las
Escrituras?" (Luc. 24:31-32).
Que nuestros ojos sean abiertos para ver al
Señor Jesús en nuestros hermanos.