MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
19 de mayo
La gloria del hombre celestial
Al finalizar la creación original, y como
culminación de ella, Dios creó al hombre. De todo lo creado, el hombre fue lo
más importante, la 'opera prima'.
Sin embargo, a poco andar, el hombre cayó,
el pecado entró por él en el mundo, y por el pecado
Pese a eso, el hombre es el rey de
Sin embargo, para Dios el hombre no es la
máxima creación; es decir, no es la gloria de su creación. Sumido en el pecado,
esclavizado por el diablo, enemigo de Dios, ha perdido la gloria de Dios, para
sumirse en la condenación.
Cuando Cristo murió en la cruz, el antiguo
hombre, el viejo hombre, Adán con toda su gloria decadente, fue juzgado. Por
eso la Escritura lo llama "el postrer Adán". Con él se cerró una
creación vieja, pecaminosa, distorsionada. Pero cuando el Señor Jesús resucitó,
surgió una nueva creación, un nuevo hombre, incontaminado, perfecto, celestial.
La muerte de Cristo acabó con lo viejo; en tanto su resurrección introdujo lo
nuevo.
La Biblia dice que en la cruz el Señor Jesús
"creó en sí mismo" un nuevo hombre (Ef. 2:15). El anterior fue creado
Dios con sus manos, al tomar el barro y modelarlo. El nuevo, en cambio fue
creado "en sí mismo", en Cristo, como un hijo es formado en el
vientre de su madre. El anterior fue creado externamente; el nuevo hombre, en
el interior de Cristo. Tal como Eva fue creada de Adán – en esa preciosa
figura de Cristo y la iglesia.
El nuevo hombre es infinitamente superior al
antiguo. El primero fue hecho un ser individual; el segundo es un ser
colectivo, compuesto por muchos hombres y mujeres que han venido a ser un solo
ser en Cristo y con Cristo. La gloria de Dios en el segundo hombre consiste en
hacer de los muchos –muchas voluntades, inteligencias y sentires– uno solo. ¿Cómo es posible que los muchos
vengan a ser uno solo? Esa es la maravilla de la obra de
Cuando todas las cosas dejen de ser
–los cielos y la tierra pasarán, con toda la gloria del viejo hombre– entonces quedará una sola cosa en pie: Cristo
y la iglesia, este nuevo hombre, el hombre celestial, un solo ser, una sola
mente, un solo sentir. ¡Alabado sea el Señor por ésta, su obra maestra!