MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
17 de mayo
El ministerio sacerdotal
En Juan 17 encontramos el
ministerio sacerdotal de nuestro Señor Jesucristo. Al leer este capítulo,
podemos apreciar en qué consiste el verdadero sacerdocio.
En el Antiguo Pacto estaba
estipulado el papel del sumo sacerdote y de los demás sacerdotes. Allí vemos
cómo el sumo sacerdote entraba en el Lugar Santísimo, vestido con sus atuendos
sacerdotales, en los que resaltaban las piedras con los nombres de las doce
tribus. Esas piedras eran llevadas tanto en los hombros como en el corazón.
Cada vez que el sumo sacerdote entraba, era como si entrase todo el pueblo con
él a la presencia de Dios.
Esta oración de Juan 17 nos
muestra al verdadero Sumo Sacerdote, del cual todos aquellos del Antiguo Pacto
eran sólo figura y sombra. Este sacerdocio es nuestro ministerio hoy, no sólo
los que son pastores y ministros de Jesucristo, sino de todos los cristianos.
Todos aquellos que tienen a otros bajo su cuidado. Este sacerdocio cubre muchas
áreas, tanto del ministerio, como también del hogar. Veamos algunos aspectos.
Primero, "yo ruego por
ellos" (v. 9). La oración se realiza a favor de otros, en este caso, de
los suyos, sus discípulos, los que están bajo su cuidado.
Segundo, "guárdalos en
tu nombre" (v. 11). ¿De qué han de ser guardados? Más adelante lo dirá:
"Ruego ... que los guardes del mal" (v. 15).
Hay un enemigo que acecha; por tanto, ellos deben ser guardados. Y este enemigo
hiere por detrás, a mansalva y traicioneramente. Ellos no sabían de estas
astucias; no podían cuidar aún de sí mismos, así que era preciso que su Maestro
y Señor cuidara de ellos.
Tercero, "Yo les he dado
tu palabra" (v. 14). Ellos debían ser instruidos en la Palabra de Dios. La
Palabra ha de ser su guía, su norte, en el caminar por
Cuarto, "Santifícalos en
tu verdad, tu palabra es verdad" (v.17). Ellos debían ser librados, no
sólo de enemigos externos, sino también de enemigos internos. Y para eso está
la palabra de Dios. Ella nos santifica, nos lava, nos purifica por dentro. La
Palabra es espada que penetra hasta partir el alma del espíritu, es fuego que
quema la escoria, es martillo que quebranta la piedra, es lámpara y luz para
guiarnos en el camino recto; es el alimento para el espíritu, es oro purificado
que nos enriquece con tesoros celestiales, etc.
Quinto, "por ellos yo me
santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la
verdad" (v. 19). No sólo pide que ellos sean santificados, sino que él
mismo se santifica por ellos. Esta acción no es sólo intercesora, sino
vivencial.
El padre de familia es el sacerdote
de su casa. Y aquí hemos visto algunas de sus tareas como sacerdote: Rogar por
su familia, pedir que sean guardados del mal, ofrecerles la Palabra de Dios,
pedir que sean santificados por esa palabra, y por último, vivir una vida
apartada, santa, por causa de ellos.
¿Cómo ha sido nuestro
cometido en este respecto? Muy probablemente, hemos fallado en más de algún
punto. Es preciso retomar este sagrado ministerio, antes que el engañador,
enemigo nuestro y enemigo de Dios, tome ventaja sobre nosotros.