MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
14 de mayo
La batalla de la fe
"Amados, por la gran solicitud que tenía de
escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros
exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a
los santos" (Jud. 3).
En esta común salvación que disfrutamos los
creyentes, somos exhortados a contender ardientemente por la fe que nos fue
dada. El objeto de nuestra fe es Cristo. En él, en el poder de su fuerza, hemos
de batallar fervientemente. Hay una guerra permanente para los que somos de
Cristo, pues nuestra fe es resistida, y no podemos permanecer pasivos.
Habiendo sido salvos por la fe en el Señor
Jesús, nuestros ojos espirituales han sido abiertos. El apóstol Pablo, en su
carta a los Efesios, ora para que el Padre les dé "espíritu de sabiduría y
de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro
entendimiento..." (Ef. 1:17-18). No podemos ver a Cristo si Dios no abre
nuestros ojos. El Padre otorga la gracia de ver a su Hijo en plenitud: verle en
la cruz triunfando sobre la muerte, sobre el mundo y sobre el diablo; verle
ascendido a los cielos victorioso, coronado de honra y de gloria. Necesitamos
ser alumbrados, necesitamos el toque de Dios en nuestros ojos. Cuando vemos a
Cristo en su obra consumada y en su gloria, podemos vivir una vida victoriosa.
En las dificultades, en las pruebas que enfrentamos a diario, iremos de
victoria en victoria, porque Dios nos ha dado todo en Cristo Jesús, Señor
nuestro.
"...el dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Cor.
4:4). El enemigo de nuestra fe no sólo ciega a los incrédulos, sino que,
además, intenta opacar la fe de los que creen. El dios de este siglo gobierna
la sociedad y el sistema de este mundo, y quiere atraparnos en su corriente,
quiere entretenernos para que estemos pasivos u ocupados en muchos afanes que
nos aparten del propósito para el cual hemos sido llamados.
A medida que nuestros ojos son alumbrados,
nos afirmamos en la victoria del Señor, y el enemigo pierde terreno. Es por eso
que se opone. De allí esa batalla permanente, esa contienda por
La palabra de Dios nos alumbra, es lámpara a
nuestros pies. "Escrito está", es el arma eficaz para acallar todo
susurro del maligno. Al que nos pretende atrapar en sus lazos, podemos declarar
esta verdad: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del
Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál. 2:20).
"Cristo en nosotros" es,
indudablemente, la garantía de victoria y "la esperanza de gloria".