MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
1 de mayo
Creciendo de niños a hijos maduros
"Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Jn. 1:12).
"Porque
convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las
cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase
por aflicciones al autor de la salvación de ellos" (Heb.
2:10).
En las dos citas anteriores aparece la
palabra hijos. Sin embargo, en el original griego, la palabra que se traduce
aquí como hijos es distinta en ambos casos. En Juan, es teknós
(bebés, hijos pequeños), y en Hebreos, huiós (hijos
mayores o maduros). De manera que si nos apegamos al sentido más exacto de
ambas frases tendríamos que decir: "...les dio potestad de ser hechos niños
de Dios", y "...habiendo de llevar muchos hijos maduros a la
gloria...".
Juan se refiere al momento en que fuimos
engendrados por Dios, cuando nacimos de Dios, como bebés en Cristo. Y en Hebreos, es el final de la carrera, un hijo maduro, que está
en condiciones de ser llevado a
Cuando un niño judío cumplía los trece años
de edad, se realizaba el Bar-Mitzvá, una ceremonia en
la cual el padre de familia declaraba ante todos sus familiares y amigos, con
mucho orgullo y satisfacción, que su hijo, desde aquel día, era considerado
oficialmente un hijo maduro, con plenos derechos de herencia y de gobierno en
La voluntad de Dios es llevar muchos hijos
maduros a la gloria, hijos que ya han pasado por esta experiencia de la
filiación.
Nosotros conocemos la
psicología de un niño. Él centra todas las cosas en sí mismo. En la casa, los
menores atraen la atención de los padres y de sus hermanos mayores. El niño
pequeño es inmaduro. En el grupo familiar, él ocupa el primer lugar. Todo gira
en torno suyo.
Un hijo es maduro cuando ya puede asumir
responsabilidades y, además, es capaz no sólo de cuidar de sí mismo, sino de
velar por los demás. En la familia de Dios, los hijos maduros son aquellos que
pueden sobrellevar las debilidades de los pequeños, pueden preocuparse por
ellos, y aun sufrir por ellos.
El día de la filiación de los hijos de Dios
es un día de gozo para el Padre. Los trece años a que nos referimos tienen sólo
un valor simbólico. Podría ser que alguien madure espiritualmente antes, o
mucho después de ese tiempo; pero, sin duda, este es un acto de mucho gozo para
el Padre. El Padre mirará con satisfacción a ese hijo al cual ya puede asignar
algunas labores, o ponerle a cargo de sus hermanos más pequeños. Ese hijo está
en condiciones de hacer uso de su herencia.
La voluntad de Dios es que sus muchos hijos
pequeños avancen rápidamente hacia la madurez. Él quiere tener muchos hijos
maduros, y cuando eso ocurra, él los llevará a su gloria.