MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
28 de marzo
La crianza de los hijos
El pedagogo norteamericano Benjamin Spock publicó en 1945 un voluminoso libro sobre la
educación de los hijos, introduciendo el principio de que la represión a los
niños puede causar neurosis catastróficas en la edad adulta. Spock aconseja a los padres que no regañen, ni menos
castiguen a los niños en sus rabietas, porque sólo lograrán frustrarlos. Hoy,
esta doctrina –en una sociedad que se autodenomina cristiana–
ha llegado a adquirir más autoridad que la Biblia.
Pero, ¿qué nos dicen las Escrituras sobre
este asunto? La clave de la enseñanza bíblica acerca de la crianza de los hijos
está en Efesios 6:4: "Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros
hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor".
El libro de Proverbios habla de la
disciplina. "La necedad está ligada en el corazón del muchacho: mas la
vara de la corrección la alejará de él" (22:15). Esta es una afirmación
categórica: ¡hay necedad en el corazón del muchacho!
"El que detiene el castigo, a su hijo
aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige" (Prov. 13:24).
"Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza" (19:18). Esto último
da a entender que una disciplina tardía es inútil. "No rehúses corregir al
muchacho, porque si lo castigas con vara, no morirá. Lo castigarás con vara, y
librarás su alma del Seol" (Prov. 23:13-14). La
moderna pedagogía aconseja que los hijos no deben ser castigados para no dañar
su autoestima, o porque pueden tornarse rebeldes. Pero la Escritura exhorta a
los padres creyentes a corregir al muchacho.
Existe el supuesto de que es señal de amor a
los hijos dejarles hacer lo que quieren. Sin embargo, la Escritura dice que el
que no castiga a su hijo, lo aborrece, y el que lo ama, lo corrige desde
pequeño. Aun más, el mismo Señor procede así con sus hijos (Prov. 3:12, Heb. 12:5-6).
La disciplina, sin embargo, ha de tener un
freno, porque es del Señor. Proverbios 19:18 dice: "Castiga a tu hijo en
tanto que hay esperanza, mas no se apresure tu alma para destruirlo". Y es
que, al corregir a nuestros hijos, podemos excedernos; puede usarse la
disciplina meramente como un desahogo a la ira contenida. Sin embargo, debemos
disciplinar. El freno será nuestro amor, y el Espíritu Santo, quien nos ha dado
dominio propio (2ª Tim. 1:7).
"Instruye al niño en su camino, y aun
cuando fuere viejo no se apartará de él" (Prov. 22:6). Así como la
disciplina debe aplicarse a los niños desde pequeños, también la instrucción o
amonestación. La enseñanza tierna de la madre, primero; luego la del padre, un
poco más firme; la instrucción permanente de ambos, en toda ocasión y en todo
tiempo, quedarán indelebles en el corazón del hijo. Podrá el muchacho apartarse
por un tiempo, pero finalmente volverá al cauce que en su corazón marcó la Palabra
verdadera.
La instrucción no es sin la disciplina, ni
la disciplina sin