MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
27 de marzo
El eterno propósito de Dios
Sin duda, Dios tiene un propósito eterno.
Para conocerlo, debemos ir más atrás de la caída del hombre, tenemos que
abandonar la mirada limitada con que juzgamos las cosas de Dios, y sumergirnos
en la mente de Dios, hasta donde nos es revelado por el Espíritu en su Palabra.
La eternidad pasada. Para entender el
propósito de Dios, tenemos que quitar toda referencia al tiempo y al espacio, e
ir a la eternidad pasada, cuando nada existía, excepto Dios. En la Deidad, el
Padre amaba al Hijo y vivía para él. Y el Hijo amaba y vivía para el Padre,
haciendo las delicias de su corazón (Prov. 8:30).
Entonces el Padre tuvo un propósito eterno
– Que su Hijo fuese el heredero de todo. Y el Hijo deseó el cumplimiento
de ese propósito eterno, para gloria de su Padre. Dios concibió un plan, según
el cual todo estaría centrado en Cristo para que "en todo tenga la
preeminencia", y para que llegase a ser "el todo en todos" (Col.
1:18; 3:11).
Un paréntesis en el tiempo. Luego, vemos al
Padre trabajando para hacer al Hijo preeminente en todo, creando todas las
cosas por medio de él y para él (Col. 1:16-17). Adán fue creado conforme a la
imagen del Hijo, teniendo su imagen y semejanza, su vida y su gloria.
Desde la eternidad pasada hasta la
resurrección, el Señor fue el Hijo unigénito, pero luego de la resurrección,
llegó a ser el primogénito entre muchos hermanos. Antes de su muerte, sólo
había un Cristo personal, pero después de su muerte y resurrección impartió a
muchos su vida, formando así un Cristo corporativo. Así surgió la iglesia. ¡Qué
alta dignidad tiene ella!
La caída del hombre dejó en evidencia
algunos maravillosos rasgos de Dios que hasta entonces no se conocían. En la
creación, él manifestó su poder y majestad, pero en la redención, mostró su
gracia y su misericordia.
El Hijo vino a reconciliar todas las cosas
con el Padre. Luego de su ascensión, Dios le sentó a su diestra, y le dio un
nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9-11), y sometió todas las cosas bajo
sus pies (Ef. 1:20-22). Entretanto, la creación, aun en esclavitud, espera la
manifestación de los hijos de Dios (Rom. 8:19-23).
Cuando aparezca el Señor seremos como él (1ª Jn.
3:2), teniendo la herencia y la gloria de Dios.
La eternidad futura. Al extender la mirada
más allá, podemos aseverar que llegará el tiempo en que todo se resuma en una
palabra: Cristo. Todo lo que existe girará en torno de él, hasta que,
finalmente, todo esté bajo él y en sujeción a él. Y luego, cuando todo sea del
Hijo, entonces el Hijo lo entregará todo al Padre (1ª Cor. 15:28).
Apocalipsis 21 y 22 describen la situación
en