MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
25 de marzo
Rompiendo con el pasado
Cuando un creyente se
convierte a Cristo, pasa de muerte a vida. Hay una verdadera revolución en su
existencia. Empieza a ver todas las cosas de una manera distinta. Al saber que
sus pecados fueron perdonados, experimenta un alivio en su corazón. Vive ahora
en un nuevo mundo: en el mundo de las cosas eternas. Sin embargo, su vida
anterior ha dejado una huella, ha amontonado sobre él una gran carga de muerte.
¿Cómo puede alguien que está
comenzando este Camino, desprenderse de su pasado en el mundo? En la Biblia no
se presta atención a lo que una persona hizo antes de creer en el Señor. Todo
se centra en lo que es necesario hacer después de ser salvo. Sin embargo, hay
algunos ejemplos acerca de cómo proceder con las cosas del pasado.
Lo primero que es necesario
hacer es eliminar completamente todo lo relacionado con los ídolos. "Os
convertisteis de los ídolos al Dios vivo y verdadero ...
Hijitos, guardaos de los ídolos" (1 Tes. 1:9; 1 Juan 5:21). No debemos
adorar ninguna imagen, porque eso es abominación al Señor. No debemos
involucrarnos con la adivinación o los horóscopos. No tenemos nada que ver con
los juegos de azar, ni con los objetos de magia. Todo ello pertenece al mundo y
está bajo el maligno.
De la misma manera, nuestra
forma de vestir debe experimentar un cambio. Todo aquello que da cuenta de la
antigua vida, y que es indecente o impropio de un hijo de Dios, debe ser
quitado.
Asimismo, debemos pagar
nuestras deudas. Parte del sistema del mundo hoy consiste en endeudarse. Muchas
veces las deudas sobrepasan la real capacidad de pago de las personas. Un
cristiano ha de terminar con esa costumbre.
Si antes de ser creyentes,
obtuvimos algo por medios deshonestos, debemos compensar el daño de manera
adecuada. Es verdad que ya hemos sido perdonados por el Señor, pero por causa
de nuestro testimonio, debemos solucionar todos estos problemas delante de los
hombres, para que el nombre del Señor sea santificado.
El cristiano ha sido llamado
a salir del mundo. Ahora bien, el mundo tiene una idea muy clara acerca de qué
cosas son impropias de un creyente. Ellos podrán ser indulgentes con ellos
mismos, pero no lo son respecto de los cristianos. Por tanto, el cristiano ha
de cuidar su testimonio en todo aquello que pueda ser reprochado. Hay
actividades que no podrá desarrollar, sitios que no podrá frecuentar, palabras
que no podrá decir.
El mundo es el primer y gran
enemigo de los cristianos. Hay una forma de saber qué cosas son del mundo y de
qué cosas debemos apartarnos: Todo aquello que apaga nuestra vida espiritual y
nos aparta de Dios, es del mundo. Si no conocemos quién es el que lo gobierna y
qué peligro encierra para nosotros, tarde o temprano caeremos bajo su influjo
mortal.
Si tenemos esto claro desde
el principio escaparemos de un lazo de muerte, y sabremos que nuestra
ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador, a nuestro Señor
Jesucristo (Flp. 3:20).