MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
6 de marzo
La diferencia está en los padres
Una mirada a la niñez del profeta Samuel nos
vuelve a traer al corazón el asunto de la responsabilidad de los padres en la
conducta de los hijos, especialmente en la primera etapa de su vida –
cuando aún no son totalmente conscientes de sus actos.
El contraste se da entre Ana y Elcana, padres de Samuel, y Elí,
el padre de Ofni y Finees.
En su primera etapa, se dice tanto de Samuel como de Ofni
y Finees que no conocían a Dios (1 Samuel 2:12;3:7);
sin embargo, pese a eso, su conducta fue desde el principio muy distinta:
Samuel agradó a Dios, en tanto los hijos de Elí le
ofendieron reiteradamente.
El hecho de que ni uno ni los otros
conocieran a Dios significa que su conducta no podía proceder de la vida de
Dios en ellos, pues no
Mientras Ana, una mujer estéril y sufrida,
había pedido al Señor un hijo, para luego ofrecerlo a su servicio, Elí había sido complaciente con los suyos, al punto que
ellos habían blasfemado contra Dios y él no los había estorbado (3:13). Dios
tenía quejas justificadas contra Elí, que había
honrado más a sus hijos que al Señor (2:29).
Ana había prometido su hijo al Señor, y a su
debido tiempo había cumplido su promesa, llevándolo al santuario de Silo. Ese
gesto de Ana demuestra una profunda piedad y abnegación. Luego, año tras año,
cuando Ana y su marido iban a adorar, le llevaban al niño una hermosa túnica,
pero siempre respetando la consagración del niño. Ellos sabían que el niño ya
no les pertenecía. Tal era la medida de su devoción a Dios, y la forma cómo
ellos le honraban.
Elí, en tanto,
dejaba pasar los días contemplando las fechorías de sus hijos, sin asumir una
actitud firme para detenerlos. Detrás de esa indulgencia había un menosprecio
hacia Dios, una iniquidad que le costó caro.
Sabemos cuán diferente fue el fin de ambos.
Samuel fue uno de los grandes profetas de Dios, en cambio, Ofni
y Finees murieron tempranamente bajo el juicio de
Dios.
Por supuesto, en su mayoría de edad, no
podemos eximir de la responsabilidad personal a Samuel y a los hijos de Elí. Ellos no fueron sólo un eco de la conducta de sus
padres. Sin embargo, lo que queremos destacar aquí es que, en la primera etapa
de sus vidas, cuando ellos aún no tenían un conocimiento personal de Dios
–es decir, una fe propia–, su conducta
estuvo determinada por la fe y la conducta de sus padres. Y esa fe y esa
conducta trazaron sus caminos desde temprana edad.
Que el Señor nos conceda a los padres
cristianos la gracia de verlo a tiempo, antes de que la suerte ya esté
tristemente echada para nuestros hijos.