MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
3 de marzo
Si no le amo lo suficiente, otro (a) le amará más
"¿Cuál de
estos le amará más?" (Lc. 7:42).
El fariseo le ha invitado a su casa, y, para
sorpresa de muchos, Jesús ha aceptado. El fariseo tiene curiosidad por conocer
al profeta del que se habla tanto, y de manera tan controversial. Como la
ocasión lo justifica, él invita a sus amigos para que compartan ese momento con
él. Sin embargo, su afecto por Jesús no llega tan lejos. No le lava los pies ni
le besa. No hay el afecto fraternal del judío piadoso hacia aquel que tiene una
fe común, un llamamiento común, una ascendencia común. No es tampoco el
reconocimiento respetuoso hacia el profeta de Dios. No va más allá de una
recepción meramente cortés.
El Señor hace caso omiso del pequeño
agravio, pues está acostumbrado a otros mayores. Pero entonces ocurre lo
impensado: una mujer pecadora entra furtivamente y se pone detrás de Jesús, que
está recostado a
Todos se percatan del acto, y les incomoda.
Se susurran al oído unos a otros palabras de reproche.
Jesús, en cambio, la deja hacer, también en silencio. Entonces el fariseo
anfitrión concibe pensamientos de juicio hacia el Señor ("Éste, si fuera
profeta…"). Piensa que la acepta porque ignora qué clase de mujer
ella es.
Entonces Jesús toma la palabra y le reprende
con delicadeza. Le cuenta acerca de dos deudores, y luego le representa su
falta de amor. La mujer se sabía perdonada, y había venido para mostrar su
gratitud. Seguramente en una ocasión anterior, ella había oído sus palabras de
gracia como una música celestial, como un cántico de ángeles. En cambio, el
fariseo no amó a Jesús ni siquiera lo suficiente para honrarle con los dones de
una afectuosa hospitalidad.
¡Cuántas veces hemos sido como el fariseo,
recibiendo al Señor con un afecto forzado que no alcanza a ser amor! Para el
Señor no cuenta otra cosa sino ésta: ¿Le amamos más? (Por eso a Pedro le
preguntará más adelante: "¿Me amas más que éstos?"). "¿Cuál de
estos le amará más?" pregunta Jesús acerca de los deudores perdonados. No
importa nada más sino el amor que el perdón ha generado en el corazón.
Tengámoslo por seguro: si nosotros no le
estamos amando lo suficiente, otro(a) le amará más. El Espíritu Santo tocará el
corazón de otro(a) –para nuestro despecho, más vil que nosotros– y lo(a) traerá a Jesús. Tal vez sea una
ex-prostituta, un presidiario, un joven fracasado, una mujer malcasada, o un
hijo pródigo. En la lista de los favoritos de Dios no cuenta otra consideración
sino ésta: quiénes le aman más.