MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
2 de marzo
Todo comienza en Dios
Toda obra de Dios comienza en Dios. De esto,
una de las pruebas más elocuentes es la restauración del templo en Jerusalén
luego de la cautividad babilónica.
"Despertó Jehová el espíritu de Ciro
rey de Persia" (Esdras 1:1). Este es el comienzo de la obra de
restauración. Un rey gentil, pagano, muerto en delitos y pecados, es tocado por
la mano de Dios para que dé inicio a esta magnífica obra.
¿Qué es Ciro sin ese toque de Dios en su
espíritu? ¿Qué es Jerusalén y su templo sino ruinas y desolación? Un silencio
sepulcral, un aullar de fieras, es todo lo que hay. Eso es el hombre antes del
toque de Dios. Si Dios no nos toca, no nos acordaremos de Dios, ni de su
testimonio. Todo duerme el sueño de la muerte.
Sin embargo, cuando Dios actúa, cuando él
despierta el espíritu del hombre, por muy gentil y pagano que pueda ser, y por
muerto que esté en delitos y pecados, éste puede declarar: "Jehová Dios me
ha dado…", y luego "Jehová Dios me ha mandado…". El
hombre da gloria a Dios, atribuyéndole
Cuando Dios inicia algo con un hombre, él
dota a ese hombre con los recursos espirituales, anímicos y materiales para
llevar a cabo
Diligentemente, Ciro diseña todo un plan de
acción. Autoriza a los judíos para viajar a Jerusalén, insta a tomar ofrendas
para la obra, devuelve los utensilios sagrados que Nabucodonosor había tomado,
da órdenes para que se traiga madera de cedro desde el Líbano, y pone a
disposición de los judíos todo el aparato estatal necesario. ¡Parece un
milagro!
Sin embargo, no lo es. Es tan sólo el
cumplimiento de lo que Dios había hablado a través de Isaías 150 años antes,
referente a Ciro: "Es mi pastor, y cumplirá todo lo que yo quiero". Y
también: "Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos;
quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los
tesoros escondidos, y los secretos muy guardados, para que sepas que yo soy
Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre" (44:28; 45:2-3). Estas son
de las palabras más hermosas jamás dirigidas a hombre alguno, ¡y fueron
dirigidas a Ciro! Dios lo había escogido, y lo había prosperado, para que
pudiera hacer la obra de Dios. Dios usa a un hombre gentil para salvar a su
pueblo, y luego para hacer Su obra. ¿No es Ciro una profecía viviente de lo que
Dios habría de hacer en este tiempo de la gracia, de la Iglesia, con otros
gentiles?
Pero el hombre no puede hacer la obra de
Dios independientemente de Dios. Dios es el único iniciador, y quien, además,
escoge con mucha anticipación a quienes la llevarán adelante.
Dios no ocupa voluntarios, sino escogidos.
Inclinémonos delante de él y adorémosle por sus caminos. Adorémosle por su
elección, y pidámosle que nos conceda la gracia de entrar en Su obra.