MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
19 de junio
Atendiendo las necesidades presentes (6)
Una de las últimas cosas que el Señor dijo a
sus discípulos antes de partir fue: "Y me seréis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hech. 1:8). Y cuando el apóstol Juan comienza su Primera
Epístola, casi setenta años después, parece recordar esas palabras del Señor,
pues dice: "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos
visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos
tocante al Verbo de vida ... lo que hemos visto y
oído, eso os anunciamos" (1ª Jn. 1:1, 3). Juan
asume la perspectiva de un testigo.
Lo que se requiere en un tiempo tan
peligroso y confuso como el que vivimos son personas que hayan visto algo
espiritualmente hablando, que tengan un testimonio que dar, o más bien, que
sean un testimonio en sí mismos. Es distinto hablar de lo que hemos leído, de
lo que nos contaron, de lo que estudiamos en un determinado lugar, a dar
testimonio de lo que hemos oído, visto, contemplado y palpado nosotros mismos.
En tiempos como estos se requiere de
testigos, y de lo que ellos puedan decir. Sólo los testigos pueden sostenerse
en medio de la avalancha de incredulidad y confusión; y sólo ellos pueden
alzarse con un testimonio indesmentible. Podemos argüir contra las posiciones
doctrinales estudiadas en un libro, pero no podemos argüir contra la verdad
vivida. Los que rechacen tal testimonio, serán considerados culpables de ello.
En el capítulo 5 de 1ª Juan se mencionan más
testigos. Hay tres testigos que dan testimonio en el cielo y tres que dan testimonio
en
Por eso, desoír este testimonio puede ser
también la mayor causal de condenación. ¿Quién podría hacer a Dios mentiroso y
quedar impune? Recordemos: la mayor de las epístolas de Juan concluye con un
testigo, el Mayor de todos, y con un testimonio que no puede ser rechazado. ¿Es
usted de esta clase de testigos? ¿Cuál es su testimonio? Por último: ¿Ha creído
el testimonio de Dios?