MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
16 de junio
Atendiendo las necesidades presentes (3)
El Señor Jesucristo dijo: "Y por
haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará" (Mat.
24:12). Sus palabras fueron una profecía clara de lo que está sucediendo en
estos días finales. Estas dos cosas son como las dos caras de una misma moneda.
El aumento de la maldad (el pecado), traerá un enfriamiento de los sentimientos
y afectos más nobles como el amor.
Esto ocurre ya hoy en el mundo. Pero eso no
tiene por qué ser una realidad en
El capítulo 3 nos dice que este amor nos fue
dado del Padre, y que es un amor muy grande: "Mirad cuál amor nos ha dado
el Padre" (v. 1). Luego se nos dice que este amor de Dios es una
característica distintiva de los hijos de Dios. "Todo aquel
… que no ama a su hermano, no es de Dios" (v. 10).
Este amor no es producto del hombre (el
hombre sólo sabe multiplicar la maldad), sino de Dios. Por eso, porque lo
tenemos, y porque además es de noble factura, Dios nos manda que nos amemos
unos a otros (v.11). "Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida,
en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en
muerte" (3:14).
El mayor ejemplo de amor, por el cual
conocemos que Dios nos ama, es que "él (Jesús) puso su vida por
nosotros". ¿Dónde? En la cruz del Calvario. Por eso, dice Juan, el amor
entre los hermanos debe ser práctico, no "de palabra ni de lengua, sino de
hecho y en verdad" (v. 18). Tan grande es esto, que el mandamiento de Dios
es doble: "Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos
unos a otros como nos lo ha mandado" (3:23).
En el capítulo 4, Juan vuelve sobre el amor.
Nos dice, no sólo que Dios nos ama, y que ese amor se demostró en que Jesús
puso su vida por nosotros, sino que Dios mismo es amor. Es esencialmente amor.
Y agrega que si nosotros amamos hoy a Dios es porque él nos amó primero.
Primero Dios.
Luego dice: "Si Dios nos ha amado así,
debemos también nosotros amarnos unos a otros" (1ª Jn.
4:11). "Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor
se ha perfeccionado en nosotros" (v. 12). La perfección del amor es amar
al hermano, y amar sin temor. La prueba de que amamos a Dios es que amamos al
hermano.
Así, el apóstol Juan nos ha dicho cuál es la
respuesta de Dios al aborrecimiento que hay en el hombre hacia el hermano (pues
Caín mató a Abel y desde entonces lo sigue aborreciendo). Es el amor, no el
amor del hombre, sino el amor de Dios, demostrado en la cruz, el cual fue
derramado en nuestros corazones. Este amor es práctico, pues Dios lo hizo
práctico en