MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
10 de junio
Piedad y doctrina
"Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a
las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme
a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y
contiendas de palabras..." (1ª Tim. 6:3-4).
Mucho se ha avanzado en materia de doctrina
desde los días de los apóstoles hasta hoy. Muchos y muy buenos libros yacen en
lugares de privilegio en las librerías y bibliotecas del mundo cristiano. Las
cosas que tan espontánea, a la vez que inspiradamente, dijeron los escritores
bíblicos ha sido objeto de disección y estudio por muchas generaciones.
Probablemente, mucho de lo que los teólogos han dicho a partir de los escritos
apostólicos nunca estuvo en el corazón de ellos ni tan ordenadamente. Ni Pedro
ni Juan hubieran podido sistematizar las verdades bíblicas de manera tan
rigurosa como algunos eruditos bíblicos.
Sin embargo, la erudición teológica no
siempre va a la par con
Hoy las cosas parecen estar en el mismo
punto. Las verdades bíblicas tocan más el intelecto que
Esto mismo lo vuelve a decir el apóstol en
el comienzo de la Epístola a Tito: "Pablo, siervo de Dios y apóstol de
Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la
verdad que es según la piedad" (1:1). Allá en Timoteo es la doctrina; acá
es el conocimiento. Ambas cosas son "según la piedad". Y es que
cuando el hombre logra entender ciertas verdades espirituales, y puede defender
su posición frente a otras formas de entendimiento, se enorgullece de ello y se
alza a sí mismo como defensor y apóstol de 'su' propia interpretación como si
fuera 'la' interpretación del Espíritu Santo.
Si las verdades las convertimos en objeto de
estudio antes que objeto de experiencia, entonces estamos equivocando el
camino, y nos exponemos a una caída segura. La piedad debe alcanzar las aulas
de estudio teológico de la misma manera que la más humilde choza adonde ha
llegado la verdad del evangelio. Con el mismo santo temor, con la misma devoción
y consagración.
Los días que vivimos son días de prueba para
la fe, y la prueba no consiste en contestar correctamente un test acerca de
Lutero o Calvino. La prueba de la fe es si logra traducirse en una conducta
piadosa o no. Si no lo logra, entonces es enteramente aplicable la exhortación
apostólica: "Si alguno… no se conforma a… la doctrina que es
conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones
y contiendas de palabras".