MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
8 de junio
Piedad y familia
"Si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan
éstos primero a ser piadosos para con propia familia, y a recompensar a sus
padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios" (1ª Tim.
5:4).
La piedad es más que una expresión verbal de
la fe, y más que una postura exterior de religiosidad; es una vida impregnada
de los principios que se sostienen.
Aquí en el versículo que hemos citado, la
piedad alcanza el ámbito familiar. En realidad, es allí donde primero debe
expresarse, en el trato diario, en el amor, la comprensión, la generosidad de
quienes comparten una sangre común y un techo común. Sin embargo, es fácil ver
que escasea la piedad en la familia.
Pablo advierte en la 2ª Epístola a Timoteo:
"En los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres … sin afecto natural, implacables … que
tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella" (3:1-5).
El afecto natural es el que surge espontáneamente entre los miembros de una
familia a causa de las relaciones de consaguinidad que les unen. Ningún padre
ama a su hijo por decreto, sino por un afecto que surge natural y
espontáneamente aún desde antes de que el niño nazca. Lo mismo ocurre entre los
demás miembros del grupo familiar.
Sin embargo, la Palabra dice que en los
postreros tiempos, ese afecto natural se perderá. La maldad habrá crecido
tanto, y habrá echado tales raíces en el corazón humano, que aún lo natural se
perderá para dar paso a lo antinatural. Este es uno de los signos de nuestros
tiempos.
En tal contexto surge como un imperativo
moral (que no legal) para los cristianos, expresar fervorosamente este afecto
natural dentro de los marcos de
Sin embargo, la vida normal de una familia
supone la capacidad de negarse cada uno a sí mismo a favor del otro; la madurez
para aceptar al otro y para ceder frente al otro, y para cuidar del otro cuando
está en necesidad. La vida familiar no es fácil. En ella pueden liberarse las
buenas como las peores manifestaciones del alma humana. Una familia sin Cristo
en su centro no da ninguna seguridad de que pueda ser aquello que Dios diseñó
para ella.
Es necesaria una verdadera piedad en el seno
familiar. Aquí, en la cita de 1ª Timoteo, el apóstol demanda a los hijos (o
nietos) hacerse cargo de su madre (o abuela) viuda. Eso será una demostración
de piedad. Este es, sin duda, sólo un caso ejemplar. Habrá otras muchas situaciones
semejantes, en que se probará de manera práctica si la fe aceptada como
verdadera es capaz de permear toda la vida de un grupo familiar. En cada una de
ellas se irá plasmando la fe hasta hacerse vida.
Es que la piedad comienza por casa.