MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
3 de junio
Recibiréis poder
Hechos 1:18.
El Señor está a punto de partir de este
mundo, ya no como uno que va a la muerte, sino como quien, habiendo pasado
victorioso a través de ella, ascenderá hasta la diestra del Padre en las
alturas.
Pero antes de dejar este escenario, debe
insistir sobre lo único que importaba en ese momento histórico para sus
inquietos y débiles discípulos: "Quedaos en Jerusalén hasta que seáis
investidos de poder desde lo alto" (Lc. 24:49),
"...no se vayan de Jerusalén, esperen la promesa del Padre
... seréis bautizados en el Espíritu Santo, dentro de no muchos
días" (Hch. 1:4-5). La reiterada demanda del
Señor nos hace pensar que estaba tomando aun las mínimas precauciones, pues
ellos habían demostrado muchas veces su ligereza en decidir por sí mismos.
También se corría un riesgo enorme al
dejarlos "solos", aunque no pasarían más de diez días entre Su
ascensión y el derramamiento del Espíritu. De ahí la firme demanda del Señor,
con reprensión incluida: "No os toca a vosotros saber los tiempos y las
sazones que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo y me seréis testigos..." (Hech. 1:8). Seguían inconscientes de su falta de poder,
pero no el Señor. Tuvieron el privilegio de andar con él durante unos tres años
y medio, es decir, tenían historia, pero su historia no les garantizaba el
poder; habían oído atentamente todas sus enseñazas, pero el conocimiento
tampoco es poder.
Ellos corrían el riesgo de interpretar
aquellas enseñanzas, y recurrir a su historia como mejor les pareciese. En
realidad, el Señor no quería que dependieran de sí mismos. Los atributos
propios del alma humana eran absolutamente insuficientes (¡o un formidable
estorbo!), para llevar a cabo los propósitos divinos en
"Recibiréis poder...", es decir,
"aún no tienen mi poder en ustedes, sólo tienen en Mí un ejemplo exterior,
tienen mis enseñanzas, pero no tienen el poder de mi vida dentro de
ustedes". La posterior venida del Espíritu y todos los frutos que se
vieron en nuestros primeros hermanos (9:31), demuestran la seriedad del asunto.
Definitivamente, sin la presencia, el poder y la presidencia del Espíritu Santo,
ellos habrían fracasado rotundamente.
Cabe preguntarnos, ¿cómo estamos los
discípulos del Señor Jesús hoy? ¿Estamos enfrentando los desafíos del tiempo
presente basados en nuestra historia y conocimientos bíblicos?, o más bien,
habiendo aprendido algo de los terribles fracasos de la historia de la iglesia
y propia nuestra, ¿estamos aprendiendo a esperar que "el poder de lo
alto", la bendita persona del Espíritu Santo, sea quien venga primero y
nos aclare la senda a seguir, nos capacite para la tarea y nos presida en la
batalla?