MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
2 de junio
Fortalecidos con poder
"...para que os dé, conforme a las riquezas de su
gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su
Espíritu" (Ef. 3:16).
En el contexto de este rico pasaje, Pablo
ora con intensidad, como cuando se suplica por una causa vital. Un siervo
sensible como lo era este apóstol, intuía que el futuro de esta iglesia estaba
en riesgo (recordemos que Éfeso perdió su primer amor
según Apoc. 2:4), y el mismo Espíritu que estaba
inspirando esta epístola sabía de antemano, que toda vez que este asunto es
descuidado, la obra del Señor en su conjunto sufre pérdida. La solución no
estaba tanto en fustigar a los hermanos para una mayor consagración u
obediencia. Pablo, cual fiel sacerdote, acude directamente al único lugar y
ante
El "para que" del verso siguiente
es de suma importancia: "...para que habite Cristo por la fe en vuestros
corazones...". ¿No habitaba ya Cristo en ellos? ¿no
habían sido sellados por el mismo Espíritu cuando oyeron y creyeron al
evangelio (Ef. 1:13)? Ciertamente que sí. La experiencia nos enseña lo que
muchas veces ocurre a los cristianos, que teniendo al Señor, que profesando su
fe, ¡no se les nota! ¿Somos de Cristo? ¡Por supuesto que sí! ¿Nos reunimos con
los hermanos y cantamos alabanzas?, Sí, cada semana. Sin embargo, aun así,
muchas veces se nos ve en un estado de mucha debilidad.
El verbo utilizado en la oración de Pablo,
delata el estado de
"...fortalecidos con poder en el hombre
interior por su Espíritu". El apóstol no concibe otra clase de hijos de
Dios. Sólo así habrá frutos que glorifiquen al Señor; sólo así Dios mirará
desde los cielos con agrado a un pueblo que se prepara para venir a su encuentro.
Jamás ha sido la voluntad de nuestro Dios que vivamos en la energía de nuestra
naturaleza; más bien, Él espera que estas fuerzas sean debilitadas, para que
repose sobre nosotros el poder de Cristo (2 Cor. 12:9). El Espíritu Santo
fortaleciendo con poder nuestro espíritu ¡qué bendita experiencia! Así vamos
madurando, considerando a los demás miembros del Cuerpo de Cristo, desechando
los celos carnales, bendiciéndonos unos a otros con los dones y gracias que
Dios ha repartido a cada uno.
Dios espera que recurramos a Él, que solicitemos
una y otra vez la llenura del Espíritu Santo, entonces nuestra precariedad se
retirará, dando lugar a la gracia siempre abundante del Señor. Y la iglesia
será cada día más gloriosa, más triunfante, santa en medio de un mundo que se
sumerge en su degradación moral.
El Espíritu está dispuesto y disponible para
llenarte y fortalecerte ahora mismo, "¡porque para nosotros es la promesa,
y para vuestros hijos, y para los que están lejos; para cuantos el Señor
nuestro Dios llamare!" (Hechos 2:39).