MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
26 de julio
Nada del propio corazón
La obra de la restauración significa volver a
edificar como al principio, sin añadir nada del propio corazón.
Cuando Jeroboam, el rey de Israel, instituyó
las fiestas y el sacerdocio paralelo, lo hizo transgrediendo este principio.
Para la fiesta más importante, Jeroboam escogió el mes octavo “el mes que
él había inventado de su propio corazón” (1 Reyes 12:33), y para el
sacerdocio, “a quien quería lo consagraba para que fuese de los
sacerdotes de los lugares altos”.
Dos inventos de su corazón, bastaron a
Jeroboam para descalificarlo como rey de Israel. Veintidós años reinó Jeroboam,
pero sus suerte fue echada el día aquel, apenas
comenzando su reinado, en que menospreció la Palabra de Dios para hacer su
propia voluntad.
La
obra de Dios ayer y hoy sigue los mismos parámetros. La obra de Dios podrá
afectar, en tiempos distintos, a un diferente aspecto de la economía o plan de
Dios, pero cualquiera que éste sea, deberá ser hecho conforme al modelo único e
invariable de Dios.
Muchos Joroboames
hay en el mundo hoy, como los ha habido siempre. Ellos pueden presumir de estar
haciendo la obra de Dios, y manejar números y multiplicar estadísticas. Pero,
sin duda, en aquel día, cuando nuestras obras sean probadas por el fuego, poco
quedará de aquello que Dios nunca mandó a hacer, o que mandó a hacer de manera
diferente, o con materiales diferentes.
Así como hay edificadores que edifican según
su propio corazón, también hay perturbadores, como Sanbalat,
que inventan cosas de su propio corazón para desalentar a los reedificadores:
“Entonces envié yo a decirle: No hay tal cosa como tú dices, sino que de
tu propio corazón tú lo inventas” (Neh. 6:8).
Los Sanbalat traen desaliento en medio de