MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

15 de julio

 

Zacarías

 

Lucas 1:63-79.

 

   Zacarías ha estado nueve meses mudo. No es un hombre ignorante, no es un hombre cualquiera. El pertenece a la familia de los sacerdotes de Israel. Se le ha aparecido un ángel, que le ha hablado. Pero hace nueve meses que no habla.

   El ángel le dijo que su mujer (¡tan anciana ya!) ya a tener un hijo. ¿Un hijo? (¿No es ella una anciana?) ¡Un hijo! Y llegará a ser un profeta. Zacarías enmudece de puro espanto, de estupefacción ... ¡de incredulidad! Entonces el ángel le deja mudo.

   Zacarías hablando por señas, escribiendo en tablillas. Todos consternados, ¿qué sucede? ¡Zacarías ha visto visión en el santuario! ¡Algo grande va a ocurrir!

   Pasan los nueve meses, y Zacarías ni una sola palabra. Nace el niño.

   –¿Cómo se llamará?– le preguntan. Él anota en una tablilla: “Juan es su nombre”.

   Entonces ocurre un milagro: Zacarías habla. Su boca se ha abierto y un chorro de alabanza comienza a fluir por ella. ¡Espanto! Siguen ocurriendo cosas extrañas en esta familia.

   Luego ocurre un segundo milagro. Zacarías habla, no de su hijo que está ahí, a la vista de todos, atrayendo todas las miradas. Zacarías, lleno del Espíritu Santo, bendice a Dios y comienza a hablar de otra persona. Uno que aún no ha nacido, pero que hará una obra portentosa. Por Él serían salvados de sus enemigos y del temor para servir a Dios. ¡La alabanza fluye a raudales para el Santo Ser que habrá de nacer en tres meses más!

   Luego, Zacarías habla de su hijo, de Juan, el profeta precursor. El preparará su camino. Eso es todo. Pero no es poco.

   Dos milagros. El primero de ellos da lugar al segundo, al más grande: El testimonio acerca de Jesucristo. Lo primero que Zacarías habló, luego de su mudez, no fueron palabras para recibir a su hijo, sino para anunciar a su Señor.