MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
13 de julio
No la mente, sino el corazón
Oseas 2:14.
El mensaje de Dios siempre va dirigido al
corazón. El corazón es el centro de toda la actividad espiritual del hombre,
por eso Dios se dirige allí.
José habló al corazón de sus hermanos y los
consoló, luego de que ellos se afligieran temiendo la represalia de su hermano
(Gén. 50:21). Pablo hablaba al corazón de sus
oyentes, por eso, ellos eran conmovidos y atraídos por su palabra (Hech. 16:14). El Señor mismo, en su ternura por su pueblo
rebelde, decide llevarlo al desierto, y hablarle allí al corazón (Os. 2:14).
Sin embargo, no siempre los que hablan de
parte de Dios dirigen su mensaje al corazón. No siempre reconocen que el mayor
problema del hombre está en su corazón, no en su mente. El abismo más grande
que el profeta de Dios ha de llenar es el corazón del hombre.
Abundan mucho los predicadores que hablan un
mensaje para la mente; un mensaje que bien puede despertar admiración por las
dotes exhibidas o por la erudición mostrada, pero que no satisface el hambre
espiritual. Tales son predicadores secos, sin el Espíritu, que no han saciado
su propia sed ni tampoco pueden saciar la de otros.
Cuántos púlpitos son ocupados por
predicadores que se han llenado la cabeza de información bíblica, y que lo
único que esperan es poder traspasarla a la mente de sus oyentes. Lo que sale
de una mente ensimismada y fortalecida sólo puede ocupar el lugar en la mente
de los demás. Entonces, los que tienen la desgracia de escucharle no oirán a
Dios, ni recibirán consuelo por
Cuántos predicadores hay que buscan el tema
de su mensaje en un manual del predicador. Tales cosas difícilmente pueden
traer vida a los que lo oigan, porque la Palabra de Dios surge en el corazón de
Dios.
¿Qué hará el que espera hablar de parte de
Dios? Simplemente, oír lo que hay en el corazón de Dios para luego canalizarlo
hacia el corazón del hombre.