MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
10 de julio
La viuda de Sarepta
El pasaje de 1 Reyes 17:18-24 nos habla del
profeta Elías siendo enviado por Dios a una viuda de Sarepta.
Sarepta significa ‘la casa del orfebre’.
Es muy interesante. El Señor muestra preciosidades de su divinidad en este
texto, con el sentido de purificar y moldear a su iglesia como un candelero.
El profeta es figura de Cristo, y la viuda
es figura de
Él pide que primero le sea dado a Él, no
porque espera algo de nosotros, o que algo proveniente de nosotros sea bueno,
sino para quitar aquello que es nuestro; quitar aquello en lo cual ponemos
nuestra confianza y que aun es nuestra seguridad, para darnos de Sí mismo (Luc.
9:23-24).
Como la viuda, nosotros guardamos en lo
íntimo aquello que más nos gusta, lo que nos alimenta, en lo que ponemos
nuestra confianza y nos mantiene vivos. Después que la viuda dio todo lo que
ella tenía al profeta, no le faltó nada más. ¿Quién es el Pan de vida, sino
nuestro propio Señor? El pan de nosotros es perecible, mas el Pan que descendió
del cielo es alimento eterno.
Pero aquí también hay algo que nos enseña
mucho. ¿No dice el versículo 12 que ella también quería comer y luego morir?
¿Por qué entonces, cuando su hijo murió, ella se angustió y reclamó al profeta?
¿No estaba dispuesta a morir? Es así como consideramos la operación de la
muerte en nosotros. Nos gusta hablar de ella, predicar sobre la cruz y su obra
en nosotros, de la muerte del yo; pero, cuando viene como disciplina para
nuestra santificación, nos quejamos (Prov. 3:11-12).
Consideramos bueno hablar sobre la cruz y
verla obrando en nuestros hermanos, pero cuando opera en nosotros, también
decimos como la viuda: “¿Has venido a mí para traer a memoria mis
iniquidades?”. Cuando viene a nosotros, vemos que duele demasiado, y
preguntamos: ¿Por qué a mí? ¿Cuál ha sido mi pecado?
Pero algo glorioso ocurrió con aquella
viuda. Cuando lo perdió todo, ella pudo experimentar la vida de resurrección.
Dios nuestro Padre hizo la herida, y él la sanó (Os. 6:1-2). Podemos estar
sufriendo pérdida, pero es de lo viejo para ser revestidos de lo nuevo.
Purificando aquello que es temporal, para que ganemos aquello que es eterno y
mucho más glorioso (2ª Cor. 4:16-18).