MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
4 de julio
Venciendo los obstáculos de la oración (4)
Un cuarto problema a la oración lo ofrecemos
nosotros mismos, los creyentes. Muchos de nosotros somos pusilánimes para orar
debido a que nos miramos a nosotros mismos más que a Dios. Una conciencia
cargada no podrá orar a Dios con confianza.
Es preciso ver que la sangre de nuestro
Señor Jesucristo en la cruz limpia nuestra conciencia, y nos hace aptos para
presentarnos delante de Dios con nuestras peticiones. Ahora podemos olvidarnos
de nosotros mismos, y mirar a Dios con confianza.
Además, nuestra incredulidad, nuestra falta
de ejercicio y nuestra inconstancia parecen escollos insalvables y pueden más
que las santas promesas de Dios, a la hora de enfrentar este asunto.
Siendo así, no vemos:
a) lo que el Padre ha hecho al ofrecernos en
Cristo, de pura gracia, todas las cosas. "El que no escatimó ni a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también
con él todas las cosas?" (Rom. 8:32),
b) las promesas ciertísimas del Señor Jesús
de darnos todo lo que le pidamos. "Y todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo" (Juan
14:13). "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna
cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en
cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos
hecho" (1ª Juan 5:14-15). "Nos ha dado preciosas y grandísimas
promesas" (2ª Pedro 1:4).
c) la preciosa obra del Espíritu Santo a
nuestro favor para ayudarnos en nuestra debilidad, intercediendo por nosotros
con gemidos indecibles: "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en
nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero
el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles" (Rom. 8:26).
Nada de esto es asumido cuando el corazón
está lleno de incredulidad y pereza. Pero Dios nos habla a tiempo para que
despertemos a la fe y a la diligencia, para que cobremos con paciencia las
promesas de Dios y obtengamos lo que pedimos. "Pero deseamos que cada uno
de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la
esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que
por la fe y la paciencia heredan las promesas" (Heb.
6:11-12).
Santiago dice: "No tenéis lo que
deseáis, porque no pedís" (4:2 b). El Señor dice: "Pedid y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mat. 7:7). ¿Qué
diremos? ¿Hay algún impedimento insalvable? ¿Hay alguna voluntad que se oponga
al deseo de Dios? Si tocamos el corazón de Dios, alineando nuestra voluntad a
la suya, y decide concedernos lo que pedimos, no habrá ninguna voluntad u
obstáculo en el mundo que pueda impedir que recibamos lo que Dios ha decidido
darnos.