MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
1 de julio
Venciendo los obstáculos de la oración (1)
La primera dificultad tiene que ver con las
personas por las cuales oramos. Si ellos son libres para decidir su destino, y
si han decido seguir un destino lejos de Dios, ¿de qué vale que oremos si Dios
no puede alterarlo?
Si miramos las Escrituras veremos a Dios
muchas veces disponiendo del corazón del hombre con la libertad que sólo el
Dios todopoderoso puede hacer. ¿Consultó Dios a Faraón para ver si quería
desempeñar el papel de "duro" frente a Moisés? La Escritura dice,
simplemente, que Dios endureció su corazón (Rom.
9:16-18). ¿Preguntó Dios a Ciro si él quería favorecer a los israelitas para
que reconstruyeran el templo en Jerusalén? La Escritura dice que Dios
"despertó el espíritu de Ciro" para que promoviese la causa de los
israelitas (Esd. 1:1). ¿Consultó Dios a Nabucodonosor
si deseaba ser convertido en bestia? Pero Dios lo hizo (Dan. 4:31-37).
Estos tres reyes representan toda la
grandeza y la soberbia humanas. Sin embargo, Dios –que gobierna en el universo– gobernaba también sobre sus corazones.
La soberanía de Dios se expresó claramente
en estos reyes en el pasado. ¿Será así también en el futuro? Apocalipsis 17 nos
dice que diez reyes asolarán a Babilonia, "porque Dios ha puesto en sus
corazones el ejecutar lo que él quiso" (v. 17). Eso no ha sucedido aún: es
una profecía. Pero sabemos que se cumplirá, porque Dios lo ha dicho, no importa
la grandeza o la oposición que estos reyes pudieran hacer a Dios.
En Apocalipsis 3:7 dice: "Esto dice el
Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno
cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto
delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar...". La
iglesia en Filadelfia ha recibido la gracia de tener el favor de Dios para
realizar su obra, y nadie se le puede oponer.
Cuando el apóstol Pablo, en dos pasajes de
la epístola de Romanos, toca el asunto de la libertad
del hombre versus la soberanía de Dios no concluye el razonamiento de manera
lógica (con lógica humana, 3:3-9 y 9:11-21), sino que exalta la soberanía de
Dios. El apóstol invita al hombre a inclinar su cabeza y a aceptar,
simplemente, los designios de Dios.
Si Dios es impotente frente a la libertad
del hombre, frente a la dureza y soberbia humanas, entonces, ¿de qué vale que
golpeemos su puerta pidiendo por la salvación de los hombres rebeldes? Dios no
podrá con ellos.
Sin embargo, esto no es así. Cuando Dios
dice: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se
le abrirá" (Mateo 7:7-8), está afirmando tácitamente que Él puede hacer
todo aquello que pedimos, buscamos o por lo cual llamamos.
Por la oración vamos al Padre y pedimos que
él toque a los hombres y los convierta. Que Él derribe a los Nabucodonosores, a los Faraones y a los Ciros
de este día y haga con ellos su voluntad. Pediremos por quienes el Padre ha
puesto en nuestro corazón, e insistiremos hasta que Él nos conceda lo que
pedimos.