MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
27 de febrero
Precocidad versus madurez
¿Qué tan tempranamente está preparado un
joven creyente para servir a Dios? Esta es una cuestión que está recibiendo hoy
en día fuertes influencias del mundo.
En el mundo estamos rodeados de una oleada
de triunfalismo juvenil. Los mejores deportistas, los más exitosos empresarios,
las mujeres más bellas, no sobrepasan los 30 años de edad. El mundo venera las
pieles lozanas, los músculos fuertes, la destreza temeraria. Se alzan altares
diversos a
Esta tendencia se enmarca en la filosofía de
la inmediatez, que nos ha acostumbrado a apretar un botón para tener lo que
deseamos. Todo debe ser conseguido ¡ya!, y al menor precio posible. Es también
la filosofía de lo 'light', en que las cosas lucen,
pero no tienen consistencia. Mucha parafernalia, pero poco contenido.
Pero la juventud es corta y el desencanto es
largo. Cuando pasan los años juveniles, queda la sensación de que no se estaba
preparado para vivir, sólo para triunfar. ¿Es así también en el mundo
espiritual? ¿Puede un joven cristiano alcanzar logros espirituales
espectaculares, deslumbrantes, en el menor tiempo y al menor costo?
No podemos descartar que la soberanía de
Dios puede producir un Samuel casi desde la cuna, o un
Spurgeon a los 20 años. Sin embargo, atendamos al
ejemplo constante de las Escrituras, que nos muestra la larga y paciente
formación de un carácter antes de la manifestación de los frutos de ese
carácter.
Nos debe hablar el ejemplo de un Jacob,
recibiendo una temprana y severa formación en casa de Labán;
de un José, azotado por un trato injusto en Egipto; de un Moisés, curtido por
los rigores del desierto; de un Josué, aprendiendo por largo tiempo al alero de
Moisés; de un David, aprendiendo a soportar la pesada mano de Saúl como si
fuera la de un enemigo; de un Saulo de Tarso, tan necio de joven, tan sabio de
viejo; de un Juan el apóstol, tan violento en su mocedad, tan delicado y tierno
en su senectud. ¿Qué decir de nuestro ejemplo mayor, el Señor Jesucristo, quien
se preparó 30 años en una oscura ciudad para servir en público poco más de 3?
En ellos el tiempo y los tratos fueron
fundamentales. Hubo largos períodos de silencio en que se aprendió la insuficiencia
de uno mismo, y grandes sufrimientos en que se aprendió
Por tanto, dejemos que la vana rosa se
marchite, y tendremos la verdadera belleza; dejemos que la piel lozana muestre
sus primeros surcos y entonces podrá comenzar a expresar la verdadera
hermosura. Esperemos que muera la vanidad de la carne, antes que las riquezas
del espíritu deleiten el alma.