MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
25 de febrero
El pecado básico
¿Cómo llegó el hombre a ser esencialmente
malo? La respuesta cristiana a esta interrogante –como plantea C. S. Lewis– se encuentra en la doctrina de
Dios es bueno, e hizo buenas todas las
cosas, y una de las cosas buenas que hizo es el libre albedrío de las criaturas
racionales. Pero, por la naturaleza misma del libre albedrío, éste incluía la
posibilidad del mal. Y las criaturas, valiéndose de esa posibilidad, se
hicieron malas.
Ahora bien, el primer pecado fue
esencialmente el pecado de desobediencia. No un pecado social, sino personal;
no contra el prójimo, sino contra Dios. Y esa desobediencia procedió del
orgullo. San Agustín lo ha descrito como el intento de la criatura de
establecerse a sí misma, de existir por sí misma.
Cuando la criatura fue consciente de su yo,
como alguien distinto de Dios, surgió la alternativa de elegir entre Dios y el
yo. A diario cometen este pecado los niños pequeños y los campesinos
ignorantes, al igual que las personas más sofisticadas: es la caída en cada
vida individual, y cada caída de cada vida individual; el pecado básico tras
todos los pecados individuales. A lo largo de todo el día, y todos los días de nuestra
vida, nos deslizamos, resbalamos, caemos desde Dios a nosotros.
Pero Dios no puede habernos hecho así. Este
gravitar lejos de Dios, siempre volviendo al yo, debe ser un producto de
Este pecado fue muy horrendo, puesto que las
consecuencias fueron tan terribles. El espíritu humano dejó de tener pleno
control de su organismo, a causa de que se rebeló contra la fuente de su poder.
De allí el deterioro se hizo extensivo a todo su ser, y a toda
Así, nuestra condición actual se explica por
el hecho de que somos miembros de una especie malograda. Por tanto, el mayor
bien para nosotros en nuestro estado actual, debe significar principalmente un
bien reparador o correctivo.
Y en este contexto de reparación o
corrección, es que el dolor tiene su parte.