MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
17 de febrero
El oír, la fe y las maravillas de Dios
Hay un misterio muy grande en
el oír del evangelio. Tanto, que su valor es mayor que el cumplir las obras de
la ley, y que todo lo que el hombre vanamente pudiera hacer para presentarse
delante de Dios. Si unimos algunos versículos de Romanos
y Gálatas, vamos a encontrar una maravillosa luz al respecto.
En Romanos
10:17 dice: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de
Dios". Aquí hay tres elementos concatenados: la fe, el oír, y la palabra
de Dios. La palabra de Dios produce el oír, y el oír –éste oír– produce
Cuando el hombre habla
palabra de hombre, no se produce este oír. Allí hay sólo un oír de la carne,
sin ningún valor espiritual. Pero cuando Dios da su palabra, entonces el oído
del hombre se despierta, y puede oír verdaderamente. Cuando un ministro de la
palabra da un mensaje puede percibir quiénes están oyendo y quiénes no. Es
decir, a quiénes está llegando la palabra –y por tanto, reciben fe– y a quiénes no.
Cuando la facultad de oír
espiritualmente se ha despertado, entonces llega
La fe es un maravilloso
regalo de Dios, el cual se recibe sólo por este oír que es desencadenado por la
palabra de Dios. ¡Cuán importante es que Dios hable! ¡Cuán importante es que Dios
pueda hablar! Y Dios "no podrá" hablar, si no hay instrumentos
dispuestos para ser usados por Dios.
En su primera visita a
Filipos, Pablo habló a unas mujeres. Entre ellas estaba Lidia. La Escritura
dice que "el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo
que Pablo decía" (Hech. 16:14). Aquí la palabra
corazón bien puede intercambiarse por el oído del que estamos hablando. Por ese
oír, ella recibió fe para creer las palabras de Pablo. Su conducta posterior
revela cuán verdadera fue su fe.
Cuando Pablo reprende a los
gálatas, les dice: "Esto sólo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el
Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" (3:2). Pablo les
recuerda que en sus comienzos, cuando oyeron el evangelio por primera vez, el Espíritu
les fue dado como producto de la predicación del evangelio. Pero no sólo eso.
Más adelante les dice: "Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace
maravillas entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con
fe?" (v. 5). No sólo el Espíritu les fue dado por el oír con fe, sino
también las maravillas de Dios fueron hechas allí por el oír con fe. ¿Es así
con nosotros hoy?
¡Conceda el Señor su preciosa
palabra, para que muchos oídos se abran con fe, y las maravillas de Dios sean hechas!