MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
13 de febrero
Los dos hijos de Abraham
Los capítulos 16 y 21 de
Génesis son incomprensibles sin la interpretación que de ellos hace Pablo en
Gálatas 4. Específicamente, en lo referente a Agar e Ismael.
En Génesis 16 se cuenta cómo
Abraham, por sugerencia de Sara, tomó a Agar, sierva egipcia, como concubina, y
cómo ella vino a darle un hijo, Ismael. Un poco más adelante, en Génesis 21 se
cuenta cómo Abraham despidió a la concubina y a su hijo por disposición de
Dios.
Pablo nos da la explicación:
Agar representa el Pacto antiguo, e Ismael a los hijos esclavos que da ese
pacto. Por eso Ismael perseguía a Isaac, y por eso debió ser expulsado de casa.
No debía heredar el hijo de la esclava con el hijo de la libre.
Génesis 16 nos cuenta que
Agar era egipcia, y que cuando Abraham se llegó a ella, tenía 85 años. Abraham
engendró ese hijo con la fuerza que aún le quedaba. Por eso nació "según
la carne", nos dice Pablo. En cambio, cuando 15 años después nació Isaac,
Abraham ya estaba casi muerto, y Sara era incapaz de concebir.
Ismael es el hijo que Abraham
hizo; Isaac es el hijo que Dios le dio. Ahí está
Ismael nació primero; Isaac
nació 14 años después. Ismael nació tras 10 años de haber llegado Abraham a
Canaán. Isaac nació tras 25 años. Ismael nació primero, porque el hombre
siempre intenta probar primero con sus fuerzas, antes de abandonarse en los
brazos de Dios, reconociendo su incompetencia. Tras la concepción de Ismael, y
también después de su nacimiento, Abraham y Sara tuvieron muchos problemas. Pues
lo que nace de la carne produce muerte. "La ley produce ira", dirá
Pablo, y eso es lo aconteció en esos largos años en que Abraham y Sara pudieron
comprobar cómo se habían equivocado.
La ley, la carne y las obras
de la carne están estrechamente emparentados. El
resultado de todas ellas muestra la ineficacia de los esfuerzos humanos por
agradar a Dios. En cambio, ¡qué dicha y solaz produjo Isaac! ¡Cuán lleno de la
bendición de Dios!
Todos nuestros Ismaeles están llenos de muerte; pero cuán llenos de vida
están nuestros Isaac. Por eso, hay que echar a Ismael,
porque él no tiene herencia junto a Isaac. Lo que procede del hombre es carne,
y la carne "para nada aprovecha" (Jn.
6:63), dijo el Señor. Esto es fácil decirlo, y fácil comprenderlo; pero no es
nada fácil aceptarlo en nuestra experiencia.
Cuánto nos aferramos a
nuestras pequeñas virtudes, a nuestros escasos aciertos; cuán orgullosos
estamos de lo que somos y de lo que podemos hacer para Dios. Tienen que pasar
14 o más años –hablo figuradamente– para
reconocer que nuestro Ismael sólo nos ha causado problemas, y que no tiene
suerte ni cabida en la casa de Dios. Siempre parece ser demasiado tarde cuando
Dios decide darnos a Isaac; tanto, que algunos de nosotros no alcanzamos a
obtenerlo. Lo único que tenemos son Ismaeles; ningún
Isaac.