MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
12 de febrero
Todo en común
"Todos los que habían creído estaban juntos, y
tenían en común todas las cosas..." (Hechos 2:44).
Normalmente cuando miramos
este texto de las Escrituras, nos viene a la mente el reparto de los bienes que
cada uno hacía, pero la vida en común de la iglesia va mucho mas
allá de los bienes materiales.
La primera cosa que podemos
ver aquí es que los que creían "estaban juntos". Comprendieron, como
dice el texto de 1ª Pedro 2:9, que ellos eran entre los propios judíos, una
nación santa, un sacerdocio real, un pueblo adquirido; esto es, que andaban por
el Espíritu en la presencia de Dios mismo.
Los que antes eran fariseos o
saduceos estaban ahora juntos. Si antes eran esclavos o libres, bárbaros o
escitas, hombres o mujeres, ¡qué importa! Ahora estaban en Cristo, eran uno en
Cristo. La enemistad había sido deshecha en la cruz: "...y mediante la
cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las
enemistades" (Ef. 2:16).
Los que creían estaban
juntos. Estaban juntos porque tenían algo en común. Y no solamente algo, sino
todo en Cristo, y en común. Ya no vivían más vidas individuales, propósitos,
ambiciones y realizaciones personales. Ahora tenían uno solo camino, uno solo
corazón y una sola alma (Hechos 4:32).
Si sólo repartiéramos
nuestros bienes, después de hacer esto acabaría la comunión, a no ser que
continuásemos repartiendo y repartiendo. Lo que ellos tenían en común era una
Persona, un cuerpo, una fe, y una esperanza eterna, y no solamente bienes.
Ése debe ser un principio
básico de aquellos que dicen creer: andar juntos. Si en nosotros hay cualquier
tipo de facción, entonces hay algún propósito oculto. Traemos con nosotros
algún concepto o prejuicio, o algo todavía peor, una soberbia y algún deseo de
gloria humana.
Amados, la promesa del Padre
es que tuviésemos en Cristo un mismo camino y un mismo corazón: "Y les
daré un corazón, y un camino, para que me teman perpetuamente" (Jer. 32:39).
El propósito del Señor es que
estemos juntos, como cuerpo de Cristo, y tengamos todo en común, principalmente
en lo que se refiere a las cosas espirituales. Nuestro corazón y nuestra alma
han de ser uno solo. Amándonos unos a otros. Perseverando unánimes.
Perdonándonos unos a otros, orando unos por otros. Exhortándonos,
edificándonos, sujetándonos, soportándonos, prefiriéndonos en honra unos a
otros. Estimulándonos unos a otros a las buenas obras, y principalmente
recibiéndonos unos a otros.
Los unos a los otros es tener
todo en común. Este todo es la Persona de nuestro Señor Jesucristo, porque él
es todo y en todos. ¿A quién iremos nosotros si perdemos este camino? Y si
estamos en el camino, estamos juntos. Si no tenemos en común las cosas
espirituales, entonces algo está errado.
Un ejemplo bendito de esto es
la peregrinación a Jerusalén. Los caminantes se encontraban en el camino, todos
con un mismo propósito, con un mismo parecer, todos yendo hacia un mismo lugar.
Esta unidad está en el
Espíritu y debemos guardarla con toda humildad y mansedumbre, porque los
caminantes en Él no errarán.