MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
5 de febrero
Afanes, riquezas y placeres
"La que cayó entre espinos, éstos son los que
oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres
de la vida, y no llevan fruto" (Luc. 8:14).
La parábola del sembrador
muestra cuatro tipos de tierra, lo cuales son cuatro tipos de corazones sobre
los cuales cae la semilla de la palabra de Dios. La palabra –la semilla– es la misma que cae sobre los cuatro, pero
la suerte que corre esa palabra depende del estado de la tierra – que es
el estado del corazón del hombre.
El tercero de estos corazones
es el corazón del que se habla en este versículo. Se trata de corazones que
recibieron la palabra, por lo tanto, son personas salvas. Sin embargo, el
problema de ellas es que no dan fruto.
Las causas de su infertilidad
son tres: los afanes, las riquezas y los placeres. ¿Cuántos cristianos hoy
están en esta condición? Ningún siglo ha ofrecido tanto al hombre, como el
presente, para exacerbar los afanes, las riquezas y los placeres.
A medida que avanza el actual
estado de cosas, y según la dirección que lleva el mundo, parece extremadamente
difícil que el cristiano pueda escapar de estos "espinos". Se
necesitará una intervención diaria y misericordiosa de Dios para poder escapar
de este poderoso influjo y sus consecuencias.
Los afanes crecen cuando la
economía de mercado echa sus raíces, con una competitividad cruel, que obliga
al hombre al estudio y al trabajo absorbente. Los afanes aumentan, en un
intento por satisfacer necesidades que no existen, azuzadas con una variedad de
productos que están al alcance de la mano "para hacer feliz al
hombre".
Las riquezas invitan al
hombre a buscarlas, porque son sinónimo de éxito, de inteligencia y de poder.
Tal vez muchos ricos no amen las riquezas en sí, pero las buscan por lo que
ellas representan.
Los placeres, cual cantos de
sirenas, son difíciles de resistir, sobre todo si con ellos se pretende llenar
el terrible vacío existencia que abate a toda la raza humana. Cuando el Señor
habló a la mujer samaritana era este el problema que estaba solucionando con
ella. A una mujer así, sensual e insatisfecha, le quedaba un solo camino, aquel
que el Señor le ofreció, porque todos los que ella había probado, habían
fracasado.
Estas tres palabras parecen
describir el mundo en que vivimos. La tremenda capacidad de síntesis de nuestro
Señor resume en ellas todo el drama de nuestro tiempo. ¿Qué hacer? Los
cristianos deberán echar mano a todos sus recursos espirituales para vencer en
esta batalla – una batalla diaria y sin cuartel. ¡Que Dios tenga
misericordia!