MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
27 de enero
La triste suerte de los gadarenos
"Y toda la ciudad (de Gadara) salió al encuentro
de Jesús; y cuando le vieron, le rogaron que se fuera de sus contornos
... pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se
volvió" (Mat. 8:34, Luc. 8:37).
La suerte de los gadarenos es triste. Ellos fueron testigos de un magnífico
milagro del Señor. El terrible endemoniado, que habitaba en los sepulcros, y
que había sembrado el pánico entre ellos, había sido sanado. Obviamente, la
suerte de ellos no fue triste por haber sido testigos de este milagro, sino por
lo que vino inmediatamente después: ellos echaron a Jesús de su ciudad.
¿Qué motivos tuvieron para
hacerlo? Lucas dice que fue por temor. Era un temor, sin duda, irracional, o,
al menos, extraño. Ellos habían sido librados de un vecino indeseable, al cual
el Señor liberó, y volvió a su normalidad. Ellos habían visto la gloria de Dios
desplegar sus recursos antes sus propios ojos.
También ellos habían
experimentado una pérdida material muy grande: dos mil cerdos habían perecido
cayendo al mar, en el momento en que su paisano fue liberado. Dos mil cerdos
fue el precio que costó la salida del Señor de sus contornos.
¿Qué hay con nosotros? ¿Qué
cosas han alejado al Señor lejos de nuestros contornos? ¿Nos incomoda la
presencia del Señor? ¿Reclama Él demasiado? ¿Es su presencia demasiado absorbente,
de modo que no nos deja nada para nosotros mismos?
Una aldea de samaritanos no
quiso recibir al Señor, porque "su aspecto era como de ir a
Jerusalén". Ellos estaban celosos de los judíos que habitaban en
Jerusalén. Ellos hubiesen querido que el Señor fuese donde ellos, pero no
aceptaban que sólo estuviese de paso entre ellos. Estos samaritanos rechazan al
Señor por celos.
Sea por temor, sea por celos,
sea por cualesquiera otra cosa, el rechazarle nos convierte en las personas más
desdichadas de toda la tierra.