MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
25 de enero
El ciego de Betsaida
.
Jesús viene a Betsaida, la pequeña aldea de junto al mar de Galilea. Es
Galilea, la despreciada, casi gentil.
Traen un ciego para que Jesús
le toque. Ellos saben que todo lo que su mano toca, es transformado. Algo va a
suceder con este hombre, como ha sucedido con muchos otros. Hay expectación
entre los circunstantes. ¿Cómo lo hará esta vez?
Entonces, ocurre algo
insólito: Jesús toma al hombre de la mano, y le conduce por las calles de la
aldea.
¡Vedlo ahí! El Maestro camina
por las calles con el ciego de
Jesús no le pone la mano
sobre el hombro. No le da un empujoncito paternal acompañado de un:
"¡Camina!". No le da el brazo para que se cuelgue de él. Tampoco le pide a los hombres que lo guíen. ¡Él le toma de la mano!
¡Oh, maravilla de amor, de humildad! Por la calle,
son dos hombres que caminan. Dios encarnado camina al lado de un guiñapo
humano, como si Él no fuera Dios; y como si ese hombre no fuera un paria. Son
dos hombres. El Bendito acepta ser lazarillo del otro, con la máxima ternura,
con la mayor delicadeza. Sólo como Dios la puede tener.
Después de eso, no hay nadie
a quien nosotros no podamos tomar de
¿Adónde le lleva Jesús? Le
saca fuera de la aldea, y allí le sana. Su saliva es todo lo que esos ojos
necesitan para ver. Sus manos también le tocan. El ciego, entonces, es sanado.
¡No podía ser de otra forma!
Luego, le envía a su casa, y
le dice: "No entres más en la aldea". El Señor no quiere publicidad,
que la hubiera tenido. No quiere alabanzas, que las merecía. El Señor le envía
lejos.
Es el ciego de Betsaida. Es Jesús tomándole de