MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
22 de enero
El Hombre
Pilato dijo de Jesús a los
principales sacerdotes y a los alguaciles: "¡He aquí el hombre!".
Las palabras de Pilato fueron
dichas con un aire burlón, el de un hombre que ostenta el poder. Hay sorna en
sus palabras. Como diciendo: "¡Ahí tienen al polémico, al que provoca
disturbios y pasiones encontradas! ¡Ese es el galileo,
considerado tan peligroso, pero helo ahí, tan indefenso!".
Pilato tenía una amplia
cultura romana. Era un intelectual, y como tal, se daba el gusto de satirizar
con las sutilezas de su alma refinada.
En un lugar cercano de allí,
en esos mismos momentos, está Pedro calentándose junto a una hoguera que los
siervos y los alguaciles han encendido, porque hace frío.
Una mujer entonces le dice al
discípulo: "¡Tú también estabas con Jesús el galileo!".
A lo cual Pedro responde, maldiciendo y jurando: "¡No conozco al
hombre!".
Pilato dijo: "¡He aquí
el hombre!". Pedro dijo: "¡No conozco al hombre!".
Pedro dice no conocer al
hombre. Bueno, decía verdad, en cierto sentido, porque él no sabía lo que había
en su propio corazón, cuando presumió de defender al Señor a costa de su vida.
Pero aquí dice desconocer a Jesús, el Galileo. Es el hombre despreciado,
traicionado por sus íntimos. Es el hombre menospreciado por el amigo más leal.
Que Pilato le menospreciase,
es pasable, porque no había caminado con él tres años y medio, ni se había
postrado a sus pies para adorarle. Pero que Pedro lo desconociera ¿quién lo
entiende?
Pilato y Pedro se ponen a
prudente distancia del que es puesto en un lugar de maldición; ambos se
escabullen, uno lavándose las manos, y accediendo a que lo martiricen; el otro
se escapa, jurando y maldiciendo, para no comprometerse con uno que está en
bancarrota.
No importa si fueran lejanos
o cercanos. Todos pusieron tierra por medio en la hora suprema. Para que nadie
pueda exhibir mérito alguno. Ni ayer ni hoy.