MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
20 de enero
¿Quiénes son los bienaventurados?
Jesús está enseñando a las
multitudes. Todos le escuchan, extasiados. ¡Nunca habían oído hablar a un
hombre así! De su boca sale un río de palabras de sabiduría que responde a las
necesidades de todos los hombres.
De pronto, una mujer alza su
voz, entre las demás voces de admiración y asombro:
– ¡Bienaventurado el
vientre que te trajo, y los senos que mamaste!
Todos guardan silencio. Lo
que dijo la mujer ha estado antes en el corazón de todas las mujeres ahí
reunidas; ella las interpreta a todas. ¿Quién no hubiera querido tener un hijo
así?
Todos esperan una respuesta.
¿Cuál será la que corresponda a una expresión de alabanza tan legítima e
indiscutible? Entonces, Su voz se oye clara y firme:
– Antes bienaventurados
los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
Desconcierto. Asombro. ¡Qué
respuesta extraña!
Es que la mirada de los
hombres se posa sobre cosas concretas y externas. El asombro que este Hombre
produce se traduce en alabanza hacia la madre que le trajo y los senos que
mamó. Sin embargo, el Señor hace que toda mirada se alce para mirar a Dios. La
tendencia del hombre es deificar lo externo asociado a Dios. En cambio el
interés de Dios es alcanzar el corazón del hombre.
Esta mujer consideraba
dichosa a la madre de Jesús. Otros después considerarían dichosos a quienes
tocaron a Jesús; más adelante lo serían quienes tuvieran un pedazo de la madera
de su cruz, o un puñado de la tierra que Él pisó. Cosas externas asociadas a
Dios, pero que no tienen un valor trascendente, espiritual, transformador.
Deificar el objeto, transformarlo en dios es propio de la religión vana e
inútil que no salva, que no llena el vacío del alma.
Los que sí son
bienaventurados son los que oyen la palabra de Dios y