MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
17 de enero
En manos de pecadores
“Es necesario que el Hijo del Hombre sea
entregado en manos de hombres pecadores...” (Lucas 24:7).
La Biblia refiere que cuando
el rey David censó al pueblo, pecó gravemente contra Dios, por lo cual Dios se
airó con él. David rápidamente se dio cuenta de lo que había hecho, y pidió a
Dios perdón. Sin embargo, Dios envió al profeta Gad
con un mensaje para David. Le dio a escoger entre tres formas de castigo. La
primera, siete años de hambre, la segunda, huir de sus enemigos, y la tercera,
una peste sobre el país por tres días.
David contestó: “En
grande angustia estoy; caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus
misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres”.
David conocía a Dios, y
eligió bien. Es preferible caer en las manos disciplinarias de Dios, que en las
de los hombres. David pudo escoger, pese a que su pecado había desagradado
mucho a Dios.
Sin embargo, hay otro caso en
que un hombre no pudo escapar de aquello de que David escapó. Su nombre es
Jesús. La voluntad de Dios había decretado: “Es necesario que el Hijo del
Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado ...”.
David escapó de los hombres,
pese a que había pecado. Sin embargo, Jesús no escapó de manos de hombres
pecadores, pese a que no había pecado. ¡Qué distinta suerte!
Los romanos eran una clase
especial de pecadores. Ellos eran un pueblo guerrero, conquistador. Ellos
tenían muchos crueles recursos para doblegar a sus enemigos. Y tenían también
una muy dolorosa forma de ajusticiar a los criminales. Una cruel y
ejemplarizadora forma de hacerlo.
Jesús fue entregado en manos
de una clase muy especial de pecadores. Tal vez no haya habido otro pueblo más
experimentado en dar muerte como el pueblo romano.
Y Jesús cayó en manos de esa
clase especial de pecadores. No fue librado de ellos. Él no tuvo la suerte de
David. Él no rehusó tomar nuestro lugar en la cruz, para salvarnos de una vez y
para siempre.