MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
11 de enero
Las abominaciones de Israel
Inmediatamente antes de que
la gloria de Dios abandonase el templo de Jerusalén, y antes de que los
verdugos comenzasen a destruir a los culpables, Dios llevó al profeta Ezequiel,
en visión, para que fuese testigo de las abominaciones que se cometían en ese
santo lugar (Ezequiel capítulos 8 y 9). Era preciso que alguien viese aquello y
diese testimonio de por qué Dios procedería de esa manera tan drástica con su
pueblo.
El profeta es llevado al
templo mismo, donde ve una imagen –probablemente de alguna deidad cananea– puesta junto a la puerta del altar. Luego,
ve tres grupos sucesivos de personas, cada uno cometiendo hechos más
reprobables que el anterior. Debemos hacer notar que el templo era el lugar
santo de la ciudad santa, en la nación santa. Era como el Lugar Santísimo de
todo Israel.
El primer grupo lo
constituían 70 ancianos que adoraban figuras abominables pintadas en las
paredes. El segundo lo conformaban mujeres llorando a Tamuz,
un ídolo babilónico, según los ritos del culto a ese ídolo. El tercero eran 25
varones (probablemente sacerdotes) que adoraban al sol, de espaldas al templo,
postrados hacia al oriente. Ellos habían dicho: "No nos ve Jehová; Jehová
ha abandonado la tierra".
Una vez que Ezequiel ha
tomado conocimiento de estas cosas, Dios retira su gloria del Lugar Santísimo.
Un varón vestido de lino marca a los inocentes para librarlos de la muerte (el
justo Juez de toda la tierra ¿haría morir juntamente al inocente con el
culpable?), y luego da la orden a los verdugos para que hagan su tarea. La ira
de Dios se desata desde el santuario mismo, que es el lugar adonde ha llegado a
su colmo la maldad de Israel.
Ahora bien, ¿qué tiene que
ver esto con nosotros? El verdadero Israel –la iglesia–
está viviendo días muy similares. La gloria de Dios está abandonando su Casa.
Los que tienen el servicio más íntimo en medio de ella son los primeros
culpables. Pocos son los que gimen por las abominaciones que se cometen –
y aparte de gemir, no es mucho lo que pueden hacer. Es preciso que el juicio
comience por la Casa de Dios.
¿Cuáles son las modernas
imágenes pintadas en la pared a las cuales los cristianos adoran hoy? ¿Quién es
Tamuz, aquel ídolo abominable, al cual las mujeres
cristianas lloran? ¿Cuál es el sol de oriente ante el cual los ministros de
Dios se postran hoy?
Dios nos conceda, en su
gracia, tener los ojos ungidos para ver las abominaciones que se cometen, y
para escapar de ellas y de los juicios que vendrán. Que no seamos contados
entre los culpables que caen bajo la ira de los verdugos, sino entre los
inocentes marcados por la tinta de varón vestido de lino.