MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
7 de enero
El tiempo de la visitación
"No
dejarán sobre ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu
visitación" (Luc. 19:44b).
Dios
visita a los hombres, y cuando lo hace, espera ser recibido en el corazón. Sí,
Dios visita a los hombres. Algunos, le rechazan; otros, le reciben; algunos de
ellos, al poco tiempo le olvidan. Dios visita al menos una vez en la vida a
cada hombre. Esa visita se conoce en la Escritura como "el tiempo de su
visitación". A veces Dios vuelve a visitar a quienes le han rechazado,
pero nadie puede asegurar a quiénes volverá, o cuántas veces volverá, si
vuelve.
Por
eso, es importante saber cuándo Dios nos visita, y estar conscientes de que, si
es rechazado, tal vez no vuelva más. El Señor Jesús dijo de Jerusalén: "No
dejarán sobre ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu
visitación". Algunos no perciben el privilegio y lo menosprecian. Después,
cuando es demasiado tarde, lo lamentan.
Alguien,
de joven, recibe una visitación de Dios. Tiene una experiencia espiritual que
ilumina su vida. Es como una primavera, con sus aromas, sus flores y sus
renuevos. Pero después, la vida, con sus mil afanes, lo coge y se lo lleva
lejos. Le ofrece mil alternativas halagüeñas. Años más tarde, ya viejo,
recuerda aquello con una sonrisa melancólica –si aún tiene corazón para
desearlo –, o displicente – si su corazón ya se endureció sin
remedio. Ahora ya no hay posibilidad de volver atrás. Las cadenas atan muy
fuerte. El corazón es una piedra. La primavera ya se fue del corazón y ha
llegado el invierno con todas sus inclemencias. No sólo el invierno de la edad,
en que todo sinsabor halla su asiento, sino el invierno del alma, con los
sueños marchitos, y con una sospecha terrible de lo que le espera en un mañana
sin Dios.
Aquella
visitación duró sólo unos días o unos meses. Ocurrió en los días de la mocedad,
cuando los ideales bullen, y las emociones afloran. El corazón todavía tierno
del muchacho se conmovió ante la voz del cielo, y sus ojos se maravillaron con
la visión celestial. Fue la visitación de Dios. Pero Dios ya se fue. Tal vez
nunca vuelva. La vida ya se acaba, las esperanzas se han dormido. Ya no hay nada
que hacer, o casi nada.
Muy
pocas veces Dios visita de nuevo el corazón que ya hace tanto le volvió la
espalda. Pero a veces vuelve, y entonces el corazón se agita con un desusado
latir. Y viene un algo de respiro. Una nueva vislumbre de gloria cautiva el
alma y logra reblandecerla. Entonces, el hombre se aferra con todo. ¡Dios se ha
acordado de él! ¡Hay que aprovechar el tiempo, invertirlo en Dios, recuperar lo
perdido!
Los
judíos tuvieron a Jesús. Literalmente, los visitó desde lo alto la aurora. Pero
ellos intentaron tapar la aurora con sus tinieblas. Por supuesto, no lo
lograron; sin embargo ellos mismos quedaron en la oscuridad. Con matarle, se
mataron a sí mismos. Desecharon la luz, y sus corazones desde entonces no han
conocido otra cosa sino las tinieblas de una noche oscura.