MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
3 de enero
Acuérdate de Jesucristo
Cuando
Pablo estaba cerca de su partida, escribe su última carta dirigida a Timoteo,
su compañero de milicias. Él veía tanto que su partida estaba próxima, como
también la decadencia en la iglesia en Éfeso, donde
estaba Timoteo.
Hay
una expresión que queremos destacar en esta carta, cuando Paulo dice:
"Acuérdate de Jesucristo..." (2ª Tim. 2:8). ¿Cómo acordarse de Jesús?
¿Timoteo había olvidado a Jesús? No es eso. Luego continúa: "...del linaje
de David, resucitado de los muertos, conforme a mi evangelio...".
En
tiempos de decadencia, tenemos que ser estimulados a acordarnos del reino. Dios
hizo una promesa a David de que habría siempre un descendiente suyo en el
trono, y cuando Dios hizo esta promesa, él estaba hablando de Jesús (Sal.
132:11). Lo que Pablo dice a Timoteo es: “Acuérdate de que la promesa del
trono eterno y del reino a David fueron hechas para Jesús, y que eso sin duda
alguna acontecerá, tanto es así que Dios dio testimonio resucitándolo de los
muertos”.
Pablo
estimula Timoteo y a nosotros, recordándonos que Jesús está sentado a la
diestra de la majestad en las alturas, pero en el día determinado Él vendrá a
reinar, y los vencedores reinarán con Él. Hay todavía un reino y un trono a ser
establecidos por Dios, y esto nos estimula a perseverar hasta el fin, a ser
vencedores.
Pablo
también está enseñando a Timoteo que el evangelio puro y la palabra de verdad
sólo pueden ser preservados si pasan de generación a generación a través de
hombres fieles. Bendito sea el Señor por esos hombres fieles e idóneos, que de
generación en generación los fueron transmitiendo a otros hasta llegar a
nuestros días.
Que
esto también sirva de exhortación y estímulo a nosotros, para seguir
perseverando y creciendo en la gracia y en el conocimiento de Cristo Jesús, a
fin de que, según su misericordia, podamos ser fieles e idóneos, podamos
transmitir también a otros lo que hemos recibido, para que la Palabra de verdad
–el evangelio de nuestra salvación – sea preservada hasta el fin.
Gracias
a Dios que es él mismo quien preserva esto. Él tiene cuidado y ha mostrado en
todos los siglos la suprema riqueza de su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús (Ef. 2:7).