MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
26 de diciembre
Viendo el lugar que ocupa Cristo en el corazón del
Padre
Mateo 17:1-13.
---Seis
días después de la experiencia de Cesarea de Filipos,
el Señor lleva a sus discípulos al monte, y allí se transfigura delante de
ellos. La gloria del Señor les produce un gran asombro. Pedro, atarantado,
sugiere construir unas enramadas para Jesús, para Moisés y Elías, y
establecerse allí. Sin embargo, el Padre lo interrumpe desde los cielos
diciendo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia, a él
oíd". Al oír esa voz, los discípulos caen a tierra y se llenan de temor.
---A
través de esta experiencia, los discípulos debían aprender al menos dos cosas:
---a)
Que después de la cruz viene
---b)
Que Cristo ocupa un lugar privilegiado en el corazón de Dios. Aunque los
discípulos habían visto las maravillas de Dios, y oído el testimonio del Padre
acerca del Señor Jesús, ellos todavía no entendían cuán importante es Cristo
para Dios. Aquí reciben nueva luz al respecto. Los afectos del Padre por su
Hijo no datan de ayer ni hoy. Antes de que los mundos fuesen hechos, antes de
que hubiera trazado el círculo de la tierra y la vida hubiese aleteado en ella,
el Hijo de Dios era el deleite del Padre, en quien él tenía perfecto
contentamiento.
---Los
discípulos no podían entenderlo – como tampoco nosotros, cabalmente.
Ellos recién ahora se asomaban a la vida espiritual, para formar parte de esa
familia eterna, y en su necedad ponen a la criatura al lado del Creador, al
esclavo a la altura de su Amo. ¿Cómo podría Dios aceptarlo?
---Ellos
no lo entendieron entonces, pues, al bajar del monte, hablan al Señor acerca de
Elías, que habría de venir. Ya olvidaron la lección del Padre. Su pensamiento
no es todavía el pensamiento de Dios.
---¿Sucederá
algo así con nosotros? ¿Tenemos otros nombres junto al Nombre admirable?
¿Nuestra vida y nuestra doctrina son alguna cosa, y no Cristo? ¡Ay, es tan
fácil dejarse llevar por los sentidos y encandilarse con los Moisés y Elías del
tiempo presente, rodeados de luces y colores!
---Pero
nosotros, los seguidores de Jesucristo, somos llamados a amar a Aquel a quien
no hemos visto, y a alegrarnos en él con gozo inefable y glorioso (1ª Ped. 1:8).