MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
21 de diciembre
El corazón de Elías
"…Y él arregló el altar que estaba
arruinado. Y tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de
los hijos de Jacob … edificó con las piedras un
altar en el nombre de Jehová" (1 Reyes 18:30-32).
---En
días del profeta Elías el pueblo de Dios estaba dividido. El reino glorioso de
los días de David y Salomón se había separado en dos facciones, el reino del
Norte (Efraín), y el del Sur, Judá. En el reino del Norte había 10 tribus; en
el del sur, 2. Las dinastías reales eran diferentes y corrían paralelas sin
jamás tocarse. De aquel reino glorioso de antaño no quedaba mucho que mostrar.
---La
escena que rodea estos versículos es conocida por todos los lectores de
---Entonces
lo primero que hace es restaurar el altar de Jehová que estaba arruinado. Esto
es muy simbólico, pues Dios necesitaba una base para poder actuar, y esa base
es el altar. Debía recuperarse la comunión con Dios, a la sazón muy rota por la
continua idolatría de Israel.
---Y
para hacerlo, Elías toma 12 piedras, conforme al número de los hijos de Jacob.
Esto es lo que quisiéramos destacar. Elías tomó 12 piedras, y no 10, como
habría sido lo esperable si él hubiese tenido en mente sólo el reino del Norte.
---Elías
era de Tisbe, de la región de Galaad.
Y Galaad estaba al otro lado del Jordán, en el
territorio de Manasés. Luego, Elías vivía en el reino
del Norte. Sin embargo, Elías toma 12 piedras, con lo cual incluye también a
las dos tribus del reino de Judá.
---Elías
pudo haber actuado como hubiese hecho cualquiera que se guiara por conceptos
políticos de esa coyuntura particular. Sin embargo, ¿qué había en el corazón
del profeta? En el corazón de Elías estaba todo Israel, como si no estuviera
dividido. Y el corazón de Elías es el corazón de Dios.
---Cuando
Dios miraba a Israel, no veía un reino dividido, sino un reino unido, expresión
del amor de Dios por su pueblo. Así también lo vería años más tarde el profeta
Ezequiel, cuando anuncia que los dos reinos serán reunidos (Ez.
37:19). La defección del hombre, su fracaso por conservar fielmente el
testimonio que Dios, no altera el propósito de Dios, ni opaca el deseo de su
corazón.
---¿Qué
hubiese pasado si Elías hubiese intentado reedificar el altar con 10 piedras?
¿Habría descendido fuego del cielo para consumir el holocausto? Si entendemos
correctamente el pensamiento de Dios, creemos que eso no hubiera ocurrido. Dios
no bendice la división, sino aquello que corresponde a su modelo, a su plan
eterno.
---Así
también, el lamentable panorama de una iglesia dividida hoy no debe hacernos
perder de vista el propósito de Dios. Tal como Elías, hemos de tener un corazón
amplio para acoger en él a todos los hijos de Dios; actuar como si nunca esa
unidad se hubiera perdido. No aceptar sobre nosotros un nombre que nos
identifique con sólo una facción de su pueblo. Nuestra mirada debe ser tan
amplia y comprensiva como la mirada de Dios. De esa manera pensaremos como él,
sentiremos como él, y agradaremos su corazón.