MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
16 de diciembre
Volver al principio (1)
---Cuando
los fariseos le preguntaron al Señor acerca del divorcio (Mateo 19), ellos no
sospecharon la veta de luz que abrirían para las futuras generaciones. Al
responder esa pregunta, el Señor mostró algunos principios que pueden aplicarse
aun más allá de los problemas del matrimonio.
---Lo
que impedía a los judíos conocer la voluntad de Dios para el matrimonio era que
ellos tenían como referencia la enseñanza de Moisés, y no la palabra original
de Dios. Ellos regresaban a Deuteronomio 24 –que autorizaba el repudio– pero no eran capaces de volver a Génesis 2
– que muestra la unidad indisoluble del hombre y la mujer en el
matrimonio.
---En
este punto radica la causa de muchas situaciones anómalas hoy en medio del
pueblo de Dios, tanto en lo personal como en lo colectivo. Cuando nos vemos
aquejados de situaciones de deterioro, nosotros regresamos al pasado en busca
de soluciones y respuestas, intentando hallar el punto donde comenzó nuestra pérdida,
pero no regresamos todo lo que debiéramos.
---En
lo personal, cuando nuestra vida espiritual se va secando, debilitando,
volvemos a algún punto de nuestra historia de fe, pero no al principio. Un
punto intermedio no es capaz de ayudarnos, porque nos muestra con algún grado
de suficiencia, de mérito propio. Es sólo en el comienzo –cuando llegamos
al Señor, o cuando el Señor nos encontró– que
nosotros estábamos en una verdadera bancarrota. Sólo entonces éramos lo que
somos en nosotros mismos. Incapaces, inútiles, derrotados, esquilmados por el
diablo, "sin esperanza y sin Dios en el mundo".
---Cuando
llegamos al Señor estábamos en la más absoluta indefensión, por eso pudimos
alzar a Dios una mirada lastimera, como un pordiosero hambriento; una mirada desesperada,
porque el infierno nos tragaba; una mirada ansiosa, porque ya no teníamos
fuerzas para seguir soportando. Y entonces Dios nos tendió la mano y nos
socorrió. Nuestra gratitud se desató en lágrimas, nuestros labios besaron sus
pies, nuestra humillación y gratitud fueron un canto de alabanza a Dios por
tanta gracia recibida.
---Sin
embargo, después, con la conciencia ya limpia, con los pecados perdonados, con
la restauración de nuestra dignidad rota, nuestro ego se recuperó, y comenzamos
a olvidarnos de dónde nos sacó Dios. Nos sentimos fuertes, capaces,
suficientes, y así se comienza a tejer nuestra desgracia.
---La
causa de nuestros males es alguna justicia propia, alguna "dureza de
corazón" no juzgada, la costra que se hace en el alma, y que la vuelve
indiferente y orgullosa. Llegamos a pensar que nos bastamos a nosotros mismos.
---Tenemos
que volver al principio, a una conciencia de indignidad de nosotros mismos, de
incapacidad, de insolvencia. Tenemos que hacernos niños de nuevo, reconocer que
nada sabemos ni nada podemos. Tenemos que volvernos a la actitud descrita en
las bienaventuranzas, a tener un corazón hambriento de Dios, y a la pobreza de
espíritu.
---Toda
vez que busquemos remediar alguna forma de deterioro, volver al Génesis y no al
Deuteronomio es la voluntad perfecta de Dios.