MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
6 de diciembre
¿Quién se acomoda a quién?
---Desde
que llegamos al Señor, muchas veces hemos intentado servirnos de él. Procuramos
convencerlo que de que haga lo que nosotros queremos, de que resuelva las
situaciones como nosotros proponemos, y que actúe en los tiempos que a nosotros
nos convienen.
---Sin
embargo, para poder caminar con Dios, somos nosotros quienes hemos de
acomodarnos a él. Si queremos andar con Dios, debemos ajustar nuestro paso al
suyo. Él no se acomodará nunca a nosotros. Dios es santo, es justo, ¿cómo
podría rebajar su dignidad tomando nuestros caminos torcidos, y compartiendo
nuestras motivaciones incorrectas?
---Caminar
con Dios es algo muy difícil, pues implica cambiar muchas cosas en nuestra
vida. Nuestro torcido curso debe ser ajustado muchas veces, hasta que vayamos a
su ritmo, y hasta que pongamos el pie exactamente junto al suyo.
---Nuestra
independencia debe ser vencida, y en su lugar debe crecer una estrecha
dependencia de él. Para que se cumpla la palabra que el Señor dijo:
"Porque separados de mí nada podéis hacer". Si el yugo del Señor no
está sobre nosotros, no hay un compromiso verdadero. Si no aceptamos perder
nuestra libertad, ¿cómo podremos seguirle a él?
---Nuestra
impaciencia nos juega muy malas pasadas. No sabemos esperar el tiempo de Dios,
porque tenemos muchas ideas y soluciones. A fin de perfeccionarnos, Dios no
siempre nos da las soluciones de inmediato. Él espera hasta que hayamos probado
lo nuestro, y hayamos fracasado.
---Sin
embargo, ¡demoramos tanto en fracasar! Buscamos afanosamente nuevas
alternativas, echamos a volar nuestra imaginación, una y otra vez. Y entonces
el Señor tiene que hablarnos: "En la multitud de tus caminos te cansaste,
pero no dijiste: No hay remedio; hallaste nuevo vigor en tu mano, por tanto, no
te desalentaste. ¿Y de quién te asustaste y temiste, que has faltado a la fe, y
no te has acordado de mí, ni te vino al pensamiento? ¿No he guardado silencio
desde tiempos antiguos, y nunca me has temido? Yo publicaré tu justicia y tus
obras, que no te aprovecharán" (Isaías 57:10-12).
---Cuando
reconocemos la inutilidad de nuestros esfuerzos, de nuestras brillantes
iniciativas, Dios puede salvarnos. Entonces aceptaremos hacer las cosas a su
modo y no al nuestro. De verdad "sus caminos son más altos que los nuestros,
y sus pensamientos más que los nuestros".
---¿Quién
se acomoda a quién? Este es un asunto que debe quedar resuelto cuanto antes, si
es que queremos llegar a ser de alguna utilidad para Dios. Es preciso sentir la
humillación de nuestra inutilidad, de la incapacidad de nuestra brillante
inteligencia, de toda estrategia humana; en definitiva, de todo lo que procede
de carne y sangre. Entonces podremos decir verdaderamente que Jesucristo es
nuestro Señor.